Grégoire Polet
El autor de Gallimard presenta hoy en la Setmana del Llibre su novela sobre la ciudad
ESCRITOR
El escritor belga traduce literariamente en su novela Barcelona! las vivencias de sus ocho años vividos en la ciudad catalana. El autor presenta hoy el libro en el marco de la Setmana del Llibre en Català, abierta ayer.
Barcelona es una ciudad que se ha despertado”, dice Grégorie Polet. “Ya no depende de las decisiones de los políticos o de grandes acontecimientos externos, como las Olimpiadas, sino de las acciones y las opiniones de la gente. Esto es nuevo, antes no existía”. Grégoire Polet es un escritor belga que hoy presenta en la Setmana del Llibre la traducción catalana (no hay, de momento, castellana) de su novela Barcelona! (Angle), que Gallimard publicó en Francia .
Polet vivió ocho años en la ciudad y en su libro presenta un friso de personajes que van desde la alta burguesía hasta los gitanos de la Mina, “una zona que aquí se ha querido disimular, hacer ver que no existe”, para hacer un retrato de Barcelona en el momento en que emergían los indignados y las movilizaciones independentistas, que él vincula. “La crisis –dice– fue una toma de conciencia, de constituirse en individuos políticos, de dejar de ser pasivos. En Barcelona hay la posibilidad real de una esperanza de cambiar las cosas. Tiene energía para ello, y ambición. Que ahora sufra una invasión turística para mí no es algo grave, sino algo inherente a esa ambición. Si yo tengo tres pisos turísticos arriba y otros tres abajo, claro que lo encontraré insoportable, pero esta es la clase de problemas que una ciudad, si es ambiciosa, ha de tener y resolver”.
La novela (aunque la hija de un millonario se convierta en portavoz de los indignados) no es política, sino un ir y venir de personajes de distintas clases sociales que entrecruzan sus caminos. “Me interesa mucho –dice– el punto de vista. La realidad no existe. La realidad es una síntesis de los puntos de vista”. De ahí que a veces rompa la continuidad del espacio y del tiempo y alterne en la misma secuencia narrativa los pensamientos o las palabras de personajes distintos y en distinto lugar. “Me gusta mostrar las cosas en 3D, en todas sus dimensiones”.
Hay un latido europeísta en su novela, Polet es un viajero que ha vivido en París y Madrid. Volvió a París, después a Bruselas y de allí eligió Barcelona, antes de regresar de nuevo a Bruselas. ¿Qué diferencias ve entre Madrid y Barcelona? “Son experiencias distintas y, por tanto, miradas distintas. Madrid cree ser la capital de Latinoamérica, y esto es fascinante. Aún cree que es el centro del mundo. Aquí se vive como si Madrid no existiera. Se nota que Barcelona no es capital de Estado. No tiene embajadas, ni la pompa de visitas oficiales, ni las colecciones de pintura de los reyes. Barcelona es la capital de los márgenes”.
En el libro de Polet, dentro del vértigo de las vivencias de sus muchos personajes, hay una línea narrativa más reflexiva, la de las peripecias de un navegante solitario que emprende la vuelta al mundo en vela. Se llama Pere Català. “Le puse ese nombre –comenta el autor– sin saber por qué. Ese navegante es un poco mi escritura: cuando empiezo un libro no sé cómo acabará y en todas mis obras hay dentro una imagen del libro. También es la imagen de la soledad. Me gusta la contradicción, contraponer soledad y multitud, interioridad y exterioridad. De todas formas, nunca
“Barcelona se ha despertado, ya no depende de acontecimientos como las Olimpiadas”
hay un solo sentido, sino muchos. Tenga en cuenta que la novela está escrita en francés y si cambias el acento, Pere es padre en francés”. E igual, el título del libro no es por el nombre de la ciudad, es el grito del navegante cuando la otea.
Polet empezó escribiendo poesía y los títulos de los diez capítulos, si se leen juntos, dan un poema: “Los unos y los otros en busca de sí mismos, todos en un solo cuerpo por el camino perdido de la inocencia. Lágrimas en el rostro de amor y revuelta, mirando hacia su último final, a las estrellas”.
El europeísmo de Polet es el de una Europa federal, la que defiende el grupo Spinelli. “El problema de la UE –dice– no es la burocracia: hay menos funcionarios que en la alcaldía de París. El verdadero problema es que quien toma las decisiones es el consejo, formado por los jefes de Estado y los presidentes de Gobierno, no la Comisión ni el Parlamento. ¿Cómo avanzar hacia la supranacionalidad que recorte el poder de los estados si ellos son los primeros interesados en no perder poder?”. Porque Polet cree que el Estado nación –España, Portugal, Francia...– es algo muerto, un zombi. “Un Estado catalán, si se llega a él, tendría que ser otra cosa ; si es lo mismo, no me interesa. Yo defiendo el supranacionalismo. Una Europa federal y, dentro de ella, territorios autónomos y libres”. Un europeísmo de las ciudades: “Cuando vivía aquí no me sentía belga, ni español, ni catalán, sino barcelonés. Uno es de la ciudad en la que vive”.