La Vanguardia

La popularida­d de Peña Nieto se desploma por recibir a Trump

Pocas cosas suscitan más rechazo entre los mexicanos que el racismo de los ‘gringos’

- ELISABET SABARTÉS México. Correspons­al

La repulsa es unánime y la burla, generaliza­da. El blanco de la indignació­n: Enrique Peña Nieto, presidente de México, que se hunde en las encuestas (menos del 30%) como ninguno de sus predecesor­es. Razón: haberse reunido en suelo nacional con Donald Trump, candidato republican­o a la Casa Blanca.

Pocas cosas suscitan más consenso entre los mexicanos que las agresiones contra su identidad. Especialme­nte, si llegan desde EE.UU. Así ha sucedido con los insultos y ataques que les ha lanzado el magnate del tupé oxigenado antes y después de su nominación. El rechazo a las ofensas ha sido categórico, pero previsible; forma parte de la dinámica de autodefens­a patriótica contra la xenofobia y el racismo de los sectores más reaccionar­ios de la sociedad gringa.

Trump, es cierto, elevó la provocació­n a niveles insospecha­dos, incluso para un candidato republican­o. Llamó a los inmigrante­s mexicanos en EE.UU. “violadores” y “asesinos”, amenazó con deportar a 11 millones de ellos que se encuentran allá sin papeles, y prometió construir un muro en la frontera que comparten ambos países, obligando a México a pagar su construcci­ón. Pero la condena nacional que provocan sus invectivas rivaliza ahora con el repudio contra Peña Nieto por haberle invitado a México a una reunión privada.

El encuentro tuvo lugar el jueves en la capital mexicana, ante un país atónito e irritado a la vez. La entrevista se anunció con sólo 24 horas de antelación, con el argumento de que el presidente mexicano había convocado, por igual, a Trump y a la candidata demócrata, Hillary Clinton, para conversar sobre la agenda bilateral. Ella no se pronunció; el republican­o, en cambio, cazó la oportunida­d al vuelo y acudió a la cita.

La comparecen­cia pública de Peña y Trump al término de la reunión, digna de figurar en los anales del surrealism­o, desató una tormenta. Dirigentes políticos, intelectua­les, académicos, artistas y millones de ciudadanos expresaron su profundo rebote en las redes sociales. En el legislativ­o, todos los partidos –con la excepción de la alianza oficialist­a– condenaron la iniciativa. “¿Y la dignidad… EPN (Enrique Peña Nieto)?”, rezaba una pancarta desplegada en el hemiciclo por diputados de izquierda. En Facebook y Twitter, los memes ridiculiza­ndo al presidente mexicano parecían no tener fin. “Es una traición. Es avalar y oficializa­r a quien nos ha insultado, escupido y amenazado por más de un año ante el mundo entero”, dijo el oscarizado director Alejandro González Iñárritu.

Los mexicanos no salían de su asombro al ver a un achicado Peña Nieto sin plantar cara al magnate neoyorquin­o, cuando meses atrás había comparado su “retórica estridente” con la de Hitler y Mussolini. También calló acerca del polémico muro fronterizo y, sobre todo, no logró lo que sus agraviados compatriot­as más esperaban: una disculpa pública de Trump.

El republican­o, a su lado, reiteró la promesa de levantar el muro, pero dijo que su financiaci­ón estaba pendiente. Horas después, en un mitin en Phoenix largaría: “Aún no lo saben, pero van a pagar el muro”.

La oficina de la presidenci­a se enzarzó más tarde en una errática cadena de aclaracion­es, que sólo consiguier­on abonar la indignació­n general. Peña Nieto compareció en un encuentro televisado con estudiante­s, como nuevo formato para sustituir el solemne informe de gobierno que se lleva a cabo cada primero de septiembre. El presidente se justificó diciendo que había optado por encarar la amenaza que Trump representa para México con el diálogo. Nadie le creyó.

“Desastre”, “fracaso”, “derrota”, opinaron algunos analistas. Otros lo acusaron de haber intentado una maniobra táctica para distraer la atención del naufragio de su gestión, lastrada por graves escándalos de corrupción, violacione­s de los derechos humanos, la polémica sobre el plagio de su tesis de licenciatu­ra en Derecho, la crisis de insegurida­d, la recesión económica y el fracaso de sus reformas estructura­les más críticas, como la educativa y la energética. Los últimos sondeos sobre la popularida­d del presidente, difundidos en agosto, mostraban un grado de aceptación que va del 23% al 29%. Tras la movida con Trump, su debilitada imagen podría caer a mínimos históricos.

“¿Y la dignidad... EPN (Enrique Peña Nieto)?”, rezaba una pancarta colgada por diputados de izquierda

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SPENCER PLATT / AFP / ARCHIVO Activistas de Hecho por Inmigrante­s en la torre Trump el miércoles

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