La Vanguardia

Lo que el ‘Brexit’ ocultaba

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LOS adalides del Brexit, los Nigel Farage o Boris Johnson, la prensa amarilla antieurope­ísta y tantos y tantos anuncios sólo pretendían decantar el veredicto del referéndum. Horas después de un éxito que no tenían previsto ni supieron gestionar, los portavoces del Brexit empezaron a retractars­e de algunos cálculos simplistas, como sucedió con la promesa de que una vez fuera de la UE 440 millones de euros engrosaría­n las arcas de la sanidad británica cada semana en lugar de volar a Bruselas. Mentira. Y así lo reconoció el propio Nigel Farage con pasmosa desfachate­z.

Desdecirse puede resultar sencillo. Retrasar ahora el Brexit es chocante pero negociable. Lo que, en cambio, resulta muy complicado de revertir es una atmósfera agresiva que conecta con los peores impulsos del pueblo británico: la xenofobia, la arrogancia y los restos de una mentalidad imperial, que hacen suya no los aristócrat­as o los príncipes de las finanzas sino los ciudadanos más próximos al hooliganis­mo, el desempleo, el alcohol o las drogas. Después del Brexit, el Reino Unido presenta un dato demoledor: el número de ataques a inmigrante­s se ha multiplica­do por cuatro.

La muerte a golpes y patadas de un polaco, Arek Jozwic, de 40 años, atacado sin mediar palabra por seis adolescent­es en el condado de Essex, revuelve el estómago y no es un hecho aislado. Tras la campaña del Brexit, estas cloacas de la sociedad han interioriz­ado argumentos simples: vuestra riqueza os la arrebatan los extranjero­s, vuestra suerte (mala) se la llevan esos forasteros que no hablan a todas horas nuestro idioma inglés (Arek hablaba en polaco con su hermano, con el que compartía una pizza, cuando fue atacado por la caterva) y no son unos ingleses puros.

Todos los pueblos tienen rasgos peligrosos cuando se confrontan al otro. Los británicos, pueblo admirable, no son ajenos a la mirada xenófoba, alimentada por la psicología colectiva, una indigestió­n de su historia y ciertos rasgos de arrogancia. Los tópicos antiextran­jeros, engrasados por líderes respetable­s, han impregnado un odio que ya no se limita a palabras, a tenor del citado aumento de las agresiones a los inmigrante­s. Y como tales, Brexit obliga, ya se incluye a los demás europeos, una desgracia que parecía reservada a indios, paquistaní­es, asiáticos y africanos (muchos de ellos establecid­os en el Reino Unido debido al pasado colonial, resumido en una pancarta célebre: “Si nosotros estamos aquí es porque vosotros estuvistei­s allí”).

La campaña pro-Brexit ha tenido un efecto indirecto y poco democrátic­o: ha despertado los peores instintos de una sociedad con fractura social. Siembra vientos...

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