Como moscas
Estos primeros días de septiembre son duros para los insectos. Las moscas, por ejemplo. El martes, cuando en Barcelona se nubló de repente y cayeron cuatro gotas, entró una por la ventana, se coló por el resquicio. Estrelló su cuerpo contra la pantalla de mi ordenador, quizá buscando dónde refugiarse o sencillamente atraída por la luz del monitor y sus reflejos. Justo después del impacto se quedó quieta, aleteando nerviosa, como siguiendo el ritmo del cursor. No era para nada el bello moscardón azul de ojos grandes del poema de Dámaso Alonso, sino una mosca cojonera cualquiera, así que decidí arrearle con el diario. Pero, zzzum, se largó volando hacia la sección de Política. No es difícil deducir que de allí debió huir despavorida porque en ese momento estaba Rajoy en la tele matando moscas a cañonazos.
Las moscas se vuelven más pesadas a final del verano y al comienzo del otoño. Pesadas, en lo literal y en lo abstracto. Incluso parecen más grandes. Hay una teoría científica. Al parecer se atribuye ese estado de torpeza a la baja presión atmosférica: el aire tiene menos densidad y eso provoca que a estos bichos les cueste más batir las alas y mantenerse flotando. Conforme bajan las temperaturas, toda su existencia se tambalea: se vuelven lentas, vuelan atropelladamente, se estrellan contra el cristal, caen en los recipientes con líquidos...
El cambio de mes les sienta francamente mal. Una época difícil. A veces no es más que el signo de que sus cortas vidas están próximas a extinguirse porque el otoño es demasiado duro para ellas. La intemperie amenaza con matarlas. El salto en el calendario
El otoño es muy duro para las moscas, acostumbradas a mediodías de picnic dorados por el sol, al ‘dolce far niente’
sólo se hará más llevadero con el recuerdo de los mediodías de picnic dorados por el sol, el olor a barbacoa, el sabor dulzón de un helado de mango. Cómo añoran el dolce far niente, la facilidad que tenían para volar en verano... Se añora la libertad. Ay, cómo pesan ahora las alas.
Septiembre. Un mes inhóspito. Los que saben cuentan que sólo puede superarse con propósitos cuyo fin, en definitiva, no es otro que ocultar el miedo a lo que está por llegar. ¿Cuál es el propósito de las moscas?, se preguntará el lector. Pues, cuando cae octubre, intentarán entrar en las habitaciones de las casas buscando cualquier recoveco donde resguardarse, para poner huevos. Buscarán el calor de un hogar. Será la rutina, esa u otra, lo que las protegerá de la intemperie. Y, más importante, lo que determinará su supervivencia durante los días siguientes.
Se dice que las de ahora ya no caen como moscas, a diferencia de lo que les sucedía a las de su especie años atrás. Las moscas de hoy día se han adaptado genéticamente a las dificultades del entorno y les es más fácil sobreponerse a las dificultades ambientales. Y probablemente sea cierto. Si en vez de calcular la edad de las moscas en semanas se calculara en septiembres, nos daríamos cuenta del mérito que tiene salir adelante a la vuelta del verano.
Las moscas, como las personas.