Este año, sí
Una motivación clara y un plan de acción detallado ayudan a cumplir los buenos propósitos hechos durante las vacaciones
Hacer ejercicio, salir antes del trabajo, volver a estudiar, replantear la relación con la pareja, estar más con los hijos, reservar tiempo para uno mismo en la agenda diaria, hacer dieta... Septiembre es mes de buenos propósitos. Son muchas las personas que regresan de vacaciones con una lista de objetivos o cambios de vida para el nuevo curso, sea escolar o laboral.
Explica Mireia Cabero, profesora de Psicología de la UOC y experta en psicología emocional, que ello tiene que ver con que en vacaciones, cuando la gente para de sus rutinas, tiene más tiempo para observarse y ver lo mejor y lo peor de su vida, y entonces entran las prisas por cambiar lo que no gusta. Borja Vilaseca, director del Master en Desarrollo Personal y Liderazgo que ofrecen la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y la Universidad de Valencia, coincide en que muchos de los propósitos para la
rentrée surgen de la insatisfacción con la vida que uno lleva, a modo de parches, pero también obedecen a una cierta convención social que presiona para crearse objetivos en cada nuevo curso o nuevo año y tratar de alcanzar ciertos parámetros de vida “aunque quizá ni siquiera se corresponden con el anhelo profundo de esa persona”.
Y de ahí que muchas de esas buenas intenciones se queden en eso, en intenciones, en un “tengo que” que nunca se cumple y que acaba provocando frustración y dañando la autoestima.
Por eso, explican ambos psicólogos, antes de fijarse objetivos para la rentrée hay que pensar qué se pretende, por qué y para qué queremos introducir cambios. “Sólo podemos plantearnos objetivos si tenemos la certeza de que realmente queremos cambiar, vemos la finalidad de ese cambio y lo deseamos, porque del compromiso que tengamos con el cambio dependerá nuestra disciplina o fuerza de voluntad para conseguirlo, porque un cambio en profundidad implica costes”, comenta Cabero.
“Los buenos propósitos se han de vivir desde la madurez, desde el autoconocimiento, sabiendo qué sentido quieres dar a tu vida y cuáles son tus valores, y entonces es más fácil tomar decisiones; si la motivación es real tienes más probabilidades de lograr los cambios, si no, es mejor dejarnos en paz y no estar siempre exigiéndonos”, opina Vilaseca.
Pero no todo es cuestión de motivación o fuerza de voluntad. “Hay personas con mucha fuerza de voluntad pero muy dispersa, que ponen tanta energía en tantos objetivos que no consiguen ninguno de ellos, y entonces pasan de estar motivados a estar depresivos”, advierte Maribí Pereira, docente del Instituto Superior de Estudios Psicológicos (ISEP). Por ello opina que, “además de preguntarte ‘¿qué quiero conseguir?’, has de preguntarte ‘¿cómo puedo conseguirlo?’ y ¿qué me está impidiendo lograrlo?” y, a partir de ahí, diseñar un plan de acción que clarifique la ejecución para alcanzar ese objetivo y que tenga en cuenta las fortalezas y debilidades de cada uno.
Y habla de objetivo, en singular, porque para hacer realidad los buenos propósitos conviene no tener muchas metas a la vez. “Lo importante es tener una o pocas metas, realistas y plausibles, y apuntarlas en la agenda o en un post-it y luego dividirla en subtareas, porque quizá el objetivo es muy elevado pero si lo fraccionas cada submeta resultará más asequible y eso, mentalmente, es muy útil”, relata Pereira. Considera que también contribuye a alcanzar la meta el prever recompensas o pequeñas gratificaciones a medida que se avanza hacia el objetivo “porque si por el camino no nos reforzamos por el sacrificio y el esfuerzo, hay gran riesgo de que abandonemos”.
También Cabero opina que “los retos son más fáciles de cumplir si se trocean y vas pasando bocados”, y apunta que en esa tarea a veces resulta de ayuda la intervención de un coach. Pero por detallado y pensado que esté el plan de acción no se hará realidad si no va acompañado de la ya mencionada motivación. “Igual que hay personas motivadas que no logran sus metas porque son dispersas, las hay que son expertas planificando pero luego les cuesta la ejecución porque no están motivadas”, comenta Pereira.
A juicio de Vilaseca, esa motivación o voluntad empieza en la mente pero ha de estar alimentada por una demanda interior profunda, no por condicionantes sociales o de otras personas. “La gente que se propone cosas y las consigue es porque se conocen mucho a sí mismos y lo que se proponen está en sintonía con sus valores; y a veces cuando una meta no se logra es porque no está alineada con los verdaderos objetivos personales”, indica.
De todos modos, los psicólogos apuntan que no hay que tirar la toalla al primer fallo sino asumir que los momentos de flaqueza son lógicos porque al cerebro le agota incorporar nuevos hábitos, le resulta más sencillo mantener las rutinas habituales. “Hemos de aceptar que somos seres que nos debatimos entre el impulso y la razón, y hay días en que surge la guerra entre ambos y que quizá nos falla la motivación o la fuerza de voluntad, y entonces hay que aceptarse y perdonarse el error para poder continuar, porque si no caes en la frustración y eso te impide continuar avanzando hacia el objetivo”, dice Pereira.
El reto es más fácil de alcanzar si se trocea, si uno planifica cómo lograr cada submeta y se premia esos avances Vilaseca: “Si no hay un profundo anhelo de cambio, es mejor dejarse en paz y no estar siempre exigiéndonos”