La Vanguardia

“Me gustaría estar en el cerebro de mi mujer y entenderla”

Kevin Costner, actor; estrena ‘Criminal’

- GABRIEL LERMAN Los Ángeles

En Criminal, que llegó ayer a las pantallas de España, interpreta a un violento criminal al que transfiere­n la memoria de un agente secreto para tratar de recuperar un archivo que puede salvar al mundo de una peligrosa conspiraci­ón. Esa propuesta permite que en la entrevista se le pueda sugerir que juegue con su imaginació­n. Una cosa va llevando a otra y Kevin Costner se relaja. Sonríe cuando habla de Christine Baumgarten, su segunda esposa, o de los tres hijos que ha tenido con ella, pero también le afloran las lágrimas al mencionar a sus padres, hoy muy mayores.

En Criminal, el espectador debe creer que es posible que una persona le transfiera su cerebro a otra. Cuando leyó el guion, ¿tuvo también dudas? Por supuesto. Criminal es una película que busca entretener y hay que creerse la propuesta para dejarse llevar por la historia. Me ofrecieron el proyecto un par de veces y lo rechacé, e incluso me sorprendió que pensaran en mí para el papel de criminal. Los productore­s

y el director me habían visto en

Decisión final y no sé qué les hizo pensar que yo podía interpreta­r a esa persona tan violenta. Por mi experienci­a sé que estos son proyectos complicado­s, en los que la pregunta siempre es si la gente va a creerse eso.

¿Cómo se decidió?

Sabía que para lograr ser creíble se me tenía que ver sin ningún glamur, eso incluía cicatrices y agujeros en la cabeza. También sabía que tenía que ser verdaderam­ente violento y mostrar un sentido del humor involuntar­io, es decir, no se trataba de ser divertido, sino de mostrar que cuando este hombre sale de la cárcel después de tanto tiempo todo le resulta interesant­e. También intentamos convencer a la audiencia de que el mundo está en peligro. Yo sabía que para que la propuesta fuese aceptada tenía que mostrar el dolor constante y la confusión que abruma a este personaje que por un lado no puede abrir un frasco de aspirinas y por otro es tan eficaz peleando como un agente de la CIA.

Si pudiera estar en el cerebro de otra persona, ¿a quién le gustaría visitar? A veces me gustaría estar en el cerebro de mi mujer para poder entender qué es lo que está pensando y por qué tantas veces me equivoco en lo que quiere. Pero si tuviera que elegir a alguien de la historia, probableme­nte me gustaría conocer el cerebro de Lincoln mientras trataba de mantener unido a mi país en uno de sus momentos más difíciles. Estoy seguro de que Lincoln tuvo que pasarlo muy mal. Muchos países experiment­an guerras civiles, nosotros también la tuvimos y nos llevó un siglo recuperarn­os de ella.

El filme también juega con el tema de la memoria. A los 61 años, ¿le preocupa? Sí, debería empezar a pensar en ello, pero en realidad me preocupan

más mis padres, porque están muy mayores y no quiero que me olviden. Tienen una edad en que a veces pierden la noción de dónde están. Me gustaría encontrar la forma de que siempre me reconozcan.

¿Qué clase de padres fueron?

Excelentes. Yo crecí en un lugar muy humilde, Compton, en Los Ángeles. Mi padre llegó de Oklahoma después de las grandes sequías. La gente del barrio se burlaba de nosotros, nos llamaba despectiva­mente oakies y nos discrimina­ba. Mi padre era un trabajador muy humilde y asistía con mi madre a todo lo que mi hermano o yo hicié- ramos, ya fuera un partido de beisbol o una obra de teatro. Nos dieron todo lo que pudieron y durante mucho tiempo pensé que mi jardín trasero era mi reino, hasta que fui a las casas de mis amigos y vi que ellos tenían piscina y yo no. Creo que eso influyó en que, cuando empecé a trabajar como actor, estuviera muy enojado con la vida.

Es una experienci­a común en otros actores.

Sí, creo que a muchos colegas les ha pasado lo mismo. Recuerdo que en mis clases de interpreta­ción mis compañeros tiraban los muebles tratando de imitar a Pacino o a De Niro, para mostrar su enojo. A mí

siempre me salió de forma natural porque lo llevaba dentro, aunque en las clases tuve que aprender cómo sacarlo porque en mi casa nunca lo demostrába­mos.

Si pudiera adquirir un talento que no tiene, ¿cuál sería?

Me encantaría poder dibujar. No soy capaz de dibujar una naranja. Siempre he admirado a los que pueden hacerlo sin esfuerzo. Hay muchas otras cosas para las que soy incapaz, pero a cambio soy muy afortunado porque puedo hacer muchas cosas bien. Sé que he sido bendecido en mi vida, tengo una bonita familia y muchos hijos. Pero no saber dibujar es mi gran frustració­n. El otro día mi hija me cogió la mano y me mostró que para ella era lo más fácil del mundo.

¿Cómo lo hace para mantenerse en tan buen estado físico?

Es muy simple. Tuve tres hijas en mi primer matrimonio y hoy ya son adultas. Yo sé que para cuando mis hijos más pequeños crezcan no voy a estar igual y por eso hago todo lo que está a mi alcance para que la más pequeñita piense que yo soy el hombre más apuesto y más fuerte del mundo hasta que encuentre uno del que se enamore. Es que eso es lo que sienten los niños. Por eso me he puesto a dieta y he bajado seis kilos. Vamos, en realidad

uno siempre necesita una buena excusa y esta a mí me funciona...

Da la sensación de que en el plano sentimenta­l las cosas marchan muy bien para usted. Es así. He salido con dos mujeres en mi vida y con las dos me he casado. Conocí a Christine poco después de Waterworld. Acababa de divorciarm­e, estaba con mis hijas y me quedé muy impactado con ella, que tendría 20 o 21 años. Hablamos durante media hora y luego no la volví a ver hasta seis años después.

¿Qué ocurrió?

Me topé con ella en un restaurant­e, se me acercó y me preguntó si me acordaba de aquel encuentro. Nos pusimos a hablar y la invité a visitarme en el plató dos semanas después. A ella no le gustó, porque pensó que tenía que arreglar otros asuntos sentimenta­les antes de que viniera. Pero yo estaba pensando que estaba divorciado, que iba a estar con mis hijas y que prefería compartir todo mi tiempo diurno con ellas, porque filmaba por las noches. Finalmente aceptó. Pero al día siguiente la llamé y le propuse que viniese ese mismo día al plató de Trece días. Eso hizo, por la noche nos fuimos a cenar, nunca más volvió a su trabajo y hemos estado juntos desde entonces.

“No sé qué les hizo pensar que yo podía interpreta­r a esa persona tan violenta”

“Sabía que para lograr ser creíble se me tenía que ver sin ningún glamur” “Hago lo que está en mi mano para que mi hija me vea como el más fuerte y apuesto”

“Vino a verme al plató, por la noche salimos a cenar y nunca más ha vuelto a su trabajo”

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ELISABETTA A. VILLA / GETTY IMAGES Costner interpreta a un violento criminal al que transfiere­n la memoria de un agente secreto
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