Nunca más solos
Mi madre entró en casa y oyó voces. Corrió por el pasillo, irrumpió en mi dormitorio. “¡¿Quién hay?!” No había nadie más que yo, metido en la cama, tapado. Ese día yo había amanecido con una fiebre que anunciaba varicela. Me ha había librado del colegio. Tendría diez u once años. Mi madre había salido de compras para la comida, me había dejado solo. Con una tostada de pan con aceite y una loncha de jamón cocido. Mi madre llegó: “¡Creí que había alguien en casa!”, me dijo, algo jadeante, desde la puerta del dormitorio. “He oído voces, creí que hablabas con alguien”, siguió más calmada, al verme tranquilo en la cama. Allí no había nadie más que yo... y el mundo entero: al quedarme a solas me había levantado, había buscado el transistor de mi padre, me lo había metido en la cama, lo había encendido. Ya no me sentí solo. La fiebre y la radio. Arropado. Compañía. La radio y yo. Abrazo de voces. ¡Qué placer! La tostada y la radio. Aquella mañana experimenté uno de los más sibaríticos placeres de mi vida. Hablaba Luis Arribas Castro, creo. No he olvidado aquella plenitud. Ya nunca he dejado de escuchar la radio. Ya nunca me he sentido solo. “He oído voces, creí que hablabas con alguien”, me dijo mi madre. Es que las madres siempre tienen razón sin saberlo.
Hoy ya no entra en casa el genial Arribas Castro, ni tantos ángeles del micrófono que después me regalaron placer y conocimientos e infalible compañía, pero ahora está Jordi Basté, cuya prosodia matutina es una droga inquietante que no eres capaz de dejar, están los Òscar de La competencia, que siempre consiguen que me ría a solas como un orate, o el comando de La segona hora, que se burla del orbe... Y todo lo que sigue, ¡todos los demás!: RAC1 es el cofre de la mejor radio que se hace en España. Lo mejor de lo mejor, desde los técnicos (saludo, Víctor Ollé) hasta los redactores, de los gestores a los comunicadores, con instituciones como Jordi Beltrán, con maestros como Toni Clapés, con los entusiastas de deportes, con el retorno del excelente Albert Om...
RAC1 se ha ganado el favor del oyente, que no es tonto. El oyente quiere amigos y compañía, y en los micrófonos de RAC1 los ha encontrado: siente que hablan para él, que alguien ha entendido ¡por fin! lo que quiere, lo que necesita y lo que siente. Ya nunca más estaremos solos.