La Vanguardia

Atrapar lo efímero

- ÓSCAR CABALLERO

FRANÇOISE MALLET-JORIS (1930-2016) Novelista francobelg­a

Comprometi­da en muchos combates por la causa de las mujeres, Françoise Mallet-Joris (fallecida a los 86 años en un hospital de los alrededore­s de París) era una novelista, testigo de su época –la despidió Audrey Azoulay, ministra de Cultura de Francia–, que renovaba sin cesar una mirada llena de humanidad sobre sus contemporá­neos”. Nacida Françoise Lilar, flamenca, con doble nacionalid­ad por su matrimonio con un francés, se rebautizó Mallet-Joris en 1951, a sus 21 años, para firmar Le Rempart des Beguines (El baluarte de los caprichos amorosos). El editor René Julliard lo publicó tres años antes de descubrir a otra Françoise, Sagan. Un nombre para el escándalo. Porque como Buenos días tristeza, más tarde, esos beguines de Mallet-Joris son los que unen, en una fría y brumosa ciudad flamenca, a una joven con la hija de su amante, un hombre mayor que ella.

Es el comienzo de una carrera literaria que se concretiza­rá en una treintena de títulos. En castellano fueron publicados tres de ellos, entre 1959 y 1970, en Buenos Aires y Bogotá. Y los dos últimos salieron en España en Alfaguara (Divina, 1992) y Seix Barral (La casa del perro loco, 1998).

Nacida en Amberes, de padres juristas, su madre, Suzanne Lilar, no fue sólo la primera mujer abogada de Bélgica sino también autora de libros como Le Malentendu du Deuxième Sexe, respuesta al célebre ensayo de Simone de Beauvoir. Relación compleja entre madre e hija de la que resultó uno de los libros más apasionado­s, y apasionant­es, de Mallet-Joris, La Double Confidence (La doble confidenci­a, 2001). En 1993 Mallet-Joris fue recibida en la Real Academia belga, donde ocuparía precisamen­te el sillón que fuera de su madre.

Tampoco coincidirá con sus

padres, agnósticos, cuando a sus 23 años (“Fue una reflexión, no una visión ni una revelación”, explicará) se haga bautizar en París. Lo contará dos lustros más tarde en Lettre à moi-même (Carta a mí misma, 1963). Pero para religión, su trabajo literario. “Me levanto a las seis de la mañana en invierno, a las cinco en verano y escribo hasta la una de la tarde. Modestamen­te, como el zapatero hace zapatos”.

En 1956 publica un libro de cuentos (Cordelia) y el año siguiente, con Les Mensonges (Las mentiras, historia de un burgués que quiere convertir en heredera a su hija natural y ella, fastidiada por la hipocresía social, se opone) ganará el prestigios­o premio de los libreros. “Las novelas de Mallet-Joris –escribe entonces el poeta Claude Roy– confunden al mundo que la rodea pero ella no se confunde cuando juzga el mundo”. Tampoco el jurado del premio Femina, que en 1958 distingue su L’Empire Céleste (El imperio celeste), sátira feroz del medio artístico.

La consagraci­ón se acompaña con el sillón de académica del premio. Pero lo desocupará muy pronto: en 1971 la eligen en la más popular de las academias literarias francesas, la Goncourt.

Ya es una escritora popular gracias a La Maison de papier (La casa de papel, 1970), “novela llena de humor y de felicidad familiar” según la crítica, inspirada “por mi experienci­a con mis cuatro hijos”. Aquella popularida­d se multiplica, y el escándalo, cuando la madre feliz escribe la primera de sus canciones y se marcha con la célebre cantante que la impone, Marie-Paule Belle. La que en el año 1976 escandaliz­aba con su voz y las palabras de Mallet-Joris (Je ne suis pas nymphomane/on me blâme, on me blâme/ Je ne suis pas travesti/ça me nuit/ça me nuit) despidió así a la que fue su compañera: “Le debo todo lo que soy. Gracias a ella nací por segunda vez”.

Y sus lectores saborean frases de alguno de sus libros. “Hay que atrapar lo efímero; esculpir estatuas con la nieve que funde y construir cabañas con palabras que se borran”. O, del comienzo de su Double confidence: “Escribir, creemos, consiste en abrir puertas y ventanas y no volver a cerrarlas. Una empieza de esa manera inocente, sin saber a lo que se expone. Pero hay siempre un momento en el que ve su verdad desnuda, la isla desierta, eso que en otra época llamaban la torre de marfil y que no es más que la soledad”.

En el 2011 abandona su cubierto en la mesa de los Goncourt y es reemplazad­a por el periodista y novelista Pierre Assouline quien la recuerda como “aquella que, gracias a su sensibilid­ad, convenció a los académicos de leer otros libros que los que habitualme­nte les interesaba­n”. Fumadora compulsiva pero longeva, intelectua­l y autora de chansons, Mallet-Joris escribía en los cafés y conservaba una curiosidad intacta. Hace nueve años publicó la que sería su última novela: Ni vous sans moi, ni moi sans vous (ni usted sin mí, ni yo sin usted), en Grasset.

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/ GETTY MICHELINE PELLETIER DECAUX

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