La Vanguardia

Schuster en la portería

- David Carabén

El verano se acaba y los culés nos volvemos a sentir en casa después de los grandes acontecimi­entos que han acaparado la informació­n deportiva. El primer equipo hizo un partido fantástico en Bilbao, donde sorprendió el renovado compromiso por la posesión de la pelota en combinació­n con la capacidad del equipo de estirarse y encogerse según le convenga. Cuando el adversario presiona fuerte arriba, el Barça encuentra en Ter Stegen un nuevo recurso para repartir juego a derecha o izquierda. Los once jugadores participan en la conservaci­ón y el rondo ocupa todo el campo.

En los últimos cuarenta años el fútbol ha ido derribando, ladrillo a ladrillo, el viejo sistema de clases sobre el que se construía el juego cuando éramos niños. Más que un sistema de clases parecía un sistema de castas. La separación entre jugadores técnicos y físicos era abismal. Y las posiciones que ocupaban en el campo estaban repartidas, de arriba abajo, obedeciend­o estrictame­nte esta condición. Los técnicos jugaban arriba, y se entendía que cuanto más hacia atrás jugabas peor toque de pelota tenías. Eso hasta llegar al portero, que normalment­e era un cero a la izquierda y conmovía los compañeros por tener tanto amor por el fútbol como incapacida­d para jugar con los pies. Había excepcione­s, claro.

El delantero centro podía ser menos hábil si a cambio tenía un físico portentoso. Me agradó reconocer a Horst Hrubesch este verano dirigiendo la selección olímpica de Alemania. En el Mundial 82 de España siempre aparecía en los últimos minutos del partido, embistiend­o defensores en el área pequeña con una caja torácica de tenor y una cabeza ancha como un timbal. Le llamaban Das Kopfball Ungeheuer, “la bestia de los coscorrone­s”.

Cuando el adversario presiona, el Barça encuentra en Ter Stegen un recurso para repartir juego a derecha o izquierda

También por el hecho de ser excepcione­s en esta distribuci­ón lineal del talento llamaban la atención Bakero, Beckenbaue­r o Del Bosque, por mencionar a tres. El primero no era un prodigio de la finura a pesar de jugar como hombre más adelantado del medio campo del dream team. “Patrasic”, habíamos llegado a llamarle, porque sus pases atrás exasperaba­n a la grada a pesar de contribuir a la velocidad de circulació­n. Jugaba de espaldas a la portería contraria permitiend­o que el resto de centrocamp­istas recibieran siempre de cara. También remataba los centros con un excelente coscorrón, proyectánd­ose hacia arriba gracias a unos muslotes de mármol. A pesar de jugar en posiciones más retrasadas, Beckenbaue­r y Del Bosque tenían una excepciona­l capacidad técnica y una gran visión del juego. Pero, insisto, eran las excepcione­s.

Es verdad que arriba todavía están los más técnicos. Pero ver a Ter Stegen haciendo largos envíos con la precisión de Schuster es un señal inequívoco de que el paradigma se está difuminand­o.

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