Schuster en la portería
El verano se acaba y los culés nos volvemos a sentir en casa después de los grandes acontecimientos que han acaparado la información deportiva. El primer equipo hizo un partido fantástico en Bilbao, donde sorprendió el renovado compromiso por la posesión de la pelota en combinación con la capacidad del equipo de estirarse y encogerse según le convenga. Cuando el adversario presiona fuerte arriba, el Barça encuentra en Ter Stegen un nuevo recurso para repartir juego a derecha o izquierda. Los once jugadores participan en la conservación y el rondo ocupa todo el campo.
En los últimos cuarenta años el fútbol ha ido derribando, ladrillo a ladrillo, el viejo sistema de clases sobre el que se construía el juego cuando éramos niños. Más que un sistema de clases parecía un sistema de castas. La separación entre jugadores técnicos y físicos era abismal. Y las posiciones que ocupaban en el campo estaban repartidas, de arriba abajo, obedeciendo estrictamente esta condición. Los técnicos jugaban arriba, y se entendía que cuanto más hacia atrás jugabas peor toque de pelota tenías. Eso hasta llegar al portero, que normalmente era un cero a la izquierda y conmovía los compañeros por tener tanto amor por el fútbol como incapacidad para jugar con los pies. Había excepciones, claro.
El delantero centro podía ser menos hábil si a cambio tenía un físico portentoso. Me agradó reconocer a Horst Hrubesch este verano dirigiendo la selección olímpica de Alemania. En el Mundial 82 de España siempre aparecía en los últimos minutos del partido, embistiendo defensores en el área pequeña con una caja torácica de tenor y una cabeza ancha como un timbal. Le llamaban Das Kopfball Ungeheuer, “la bestia de los coscorrones”.
Cuando el adversario presiona, el Barça encuentra en Ter Stegen un recurso para repartir juego a derecha o izquierda
También por el hecho de ser excepciones en esta distribución lineal del talento llamaban la atención Bakero, Beckenbauer o Del Bosque, por mencionar a tres. El primero no era un prodigio de la finura a pesar de jugar como hombre más adelantado del medio campo del dream team. “Patrasic”, habíamos llegado a llamarle, porque sus pases atrás exasperaban a la grada a pesar de contribuir a la velocidad de circulación. Jugaba de espaldas a la portería contraria permitiendo que el resto de centrocampistas recibieran siempre de cara. También remataba los centros con un excelente coscorrón, proyectándose hacia arriba gracias a unos muslotes de mármol. A pesar de jugar en posiciones más retrasadas, Beckenbauer y Del Bosque tenían una excepcional capacidad técnica y una gran visión del juego. Pero, insisto, eran las excepciones.
Es verdad que arriba todavía están los más técnicos. Pero ver a Ter Stegen haciendo largos envíos con la precisión de Schuster es un señal inequívoco de que el paradigma se está difuminando.