Las bicis no son para la política
Euskadi vive con pasión el ciclismo, que estos días recorre sus poblaciones
Si hay un deporte que se vive con pasión en Euskadi es el ciclismo. La pelota vasca y el Athletic juegan en otra categoría, la del ritual. La afición a los pedales viene de lejos y está arraigada en el mundo nacionalista porque permite a los que hacen kilómetros por carretera conocer a fondo el país. Pasa lo mismo que con el montañismo. El exlehendakari Juan José Ibarretxe contribuyó a popularizar la práctica de la bicicleta, pedaleando cada domingo con su grupo de amigos de Llodio. No es extraño, pues, que la relación del mundo soberanista con la Vuelta a España, que anteayer llegó a Bilbao, sea compleja. De amor-odio, porque a veces la política tiene razones que el corazón –y las piernas– no acaban de entender.
Las contradicciones existen desde los inicios, como muy bien explica el catedrático de Historia Contemporánea del País Vasco Santiago de Pablo en el libro La patria soñada. Durante años, el nacionalismo contrapuso la carrera española con la Vuelta Ciclista al País Vasco, ignorando u obviando los orígenes de las dos. La denostada prueba de ámbito estatal fecha de 1935, es decir, durante la Segunda República, mientras que la carrera vasca nace en 1924, durante la dictadura de Primo de Rivera. Es cierto, sin embargo, que esta última la impulsó el diario nacionalista Excelsior, la primera cabecera deportiva que se editó en España. Según explica De Pablo, era una publicación que prestaba atención a los deportes tradicionales pero también a los modernos que estaban de moda, como el fútbol, el boxeo y el ciclismo. La iniciativa de poner en marcha la Vuelta al País Vasco seguía la estela de lo que había hecho el diario francés El Auto con el Tour de Francia, con el objetivo de ampliar las ventas. En la primera edición, Excelsior consiguió triplicar su difusión habitual.
En el 2011, con el socialista Patxi López en la presidencia, la Vuelta a España volvió a Euskadi después de 33 años. En un día caluroso, como el de anteayer, Igor Antón, nacido en Galdakao, se llevó la 19.ª etapa. Su triunfo redondeó un retorno que los nacionalistas habían asumido como inevitable. Tiempo atrás, el Partido Nacionalista Vasco, Eusko Alkartasuna y el Partido Comunista de las Tierras Vascas se habían posicionado en contra en el Parlamento de Vitoria con el argumento de que “Euskadi no es España”. Eran los años posteriores al portazo de Madrid al plan Ibarretxe. De hecho, las voces menos soberanistas del PNV no han escondido nunca su satisfacción porque la carrera –y el impacto mediático y económico que comporta– hiciera parada en las ciudades vascas. Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao de 1999 al 2014, era un firme partidario de la iniciativa. El Gobierno de Iñigo Urkullu tampoco se ha opuesto a ella.
La reivindicación contraria queda, pues, en manos de la izquierda abertzale, más pendiente ahora de las elecciones del 25 de septiembre y de la posible inhabilitación de su candidato, Arnaldo Otegi, que de cuestiones deportivas. Sin embargo, en las redes sociales Sortu, el principal partido de la coalición EH Bildu, ha animado a sus simpatizantes a enseñar ikurriñas para demostrar que Euskadi “no es España ni Francia”. En las instituciones han denunciado el “despilfarro” público que, según su opinión, supone acoger el final de una etapa.
La carrera volvió a Euskadi en el 2011 tras 33 años, pero sólo la izquierda abertzale la censura ahora