La derecha serena
LO MÁS PROBABLE ES QUE SEA EL ALCALDE DE BURDEOS, ALAIN JUPPÉ, O EL ELÉCTRICO NICOLAS SARKOZY, QUIEN DISPUTE EN PRIMAVERA LA PRESIDENCIA DE FRANCIA CONTRA MARINE LE PEN
La cuestión es táctica: ¿cómo vencer a Le Pen? ¿Desde el centrismo o robándole las banderas?
El año político francés, que comienza este otoño, se anuncia agitado. Primarias a derecha e izquierda para designar candidato a la presidencia y elecciones presidenciales en primavera (abril-mayo). Por supuesto, el yihadismo intentará intervenir para enloquecer la campaña. Y lo social, el descontento por unos recortes que desde hace muchos años deterioran la vida de la mayoría de los franceses, la Francia rebelde que protestó tenazmente contra la reforma laboral entre febrero y junio, sigue ahí sin intención de enterrar el hacha de guerra. Malos tiempos para el sosiego.
La izquierda institucional no está. El hollandismo la ha destruido con una gestión enfocada hacia el centroderecha que ha dinamitado a conciencia la base electoral de 2012. Socialistas y ecologistas realizarán sus primarias con candidatos separados y sin altura. Lo que queda a su izquierda, presidido por Jean-Luc Mélenchon, está grotescamente dividido y sólo un milagro podría cambiar las cosas.
Así que, mientras el presidente Hollande rumia la misión imposible de intentar un segundo mandato desde el desprestigio más alto de la V República, lo más probable es que lo de primavera sea un pulso entre la derecha y la extrema derecha.
En el campo ultra, todo claro: la candidata es Marine Le Pen. Respecto a la derecha en tres meses se celebrará la primaria que designe candidato. También ahí son muchos, pero sólo cuentan dos: el expresidente Nicolas Sarkozy y el alde calde de Burdeos, Alain Juppé. Lo más probable es que la partida presidencial se juegue entre uno de los dos contra Le Pen.
Hay pocas dudas acerca de que Le Pen será vencida, como siempre lo ha sido, gracias esa mayoría de franceses que sienten alergia a sus ideas y programas. Por eso la pregunta del millón (del millón de céntimos) es: ¿Sarkozy o Juppé? De momento es el segundo quien domina los sondeos de la primaria la derecha, pero hasta noviembre queda mucho partido por delante. En el Elíseo creen que el enérgico Sarkozy acabará remontando. Hollande, prefiere como rival a Sarkozy, que tiene dos casos judiciales abiertos, pero si la profecía del duelo derecha-extrema derecha es correcta, eso es irrelevante. Lo relevante es otra cosa: ¿cómo derrotar al Frente Nacional?
No es una cuestión de política, sino de politiquería. No es estrategia, sino táctica. No es ópera, es zarzuela y de la mala. Dicho en otras palabras: no es la línea política, sino el “estilo” lo que diferencia a los dos candidatos de la derecha, Juppé y Sarkozy.
El berlusconiano expresidente quiere derrotar al Frente Nacional arrebatándole las banderas: mano dura contra los franceses de origen norteafricano y los emigrantes, medidas carcelarias exposición peditivas contra sospechosos y apuntarse a las polémicas mediáticas como la que este verano ha entretenido a los franceses con el bañador integrista conocido como burkini. Sarkozy quiere surfear sobre el cabreo de los franceses, sacar tajada de sus más bajos instintos xenófobos y racistas.
Frente a eso Juppé, de 71 años y origen humilde, propone un estilo más sereno, más clásico. Su táctica es vencer a Le Pen desde una más centrista. “No se gobierna con el odio, el odio es la cólera de los débiles”, dice el ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin, uno de los mentores de Juppé. En estos tiempos de enfado y descontento, Juppé responde a la afirmación identitaria-excluyente de Sarkozy con el lema de la “identidad feliz”, que Sarkozy ridiculiza. Juppé es la “actitud serena”, dice Raffarin. A propósito del burkini, Juppé rechaza la “exigencia de leyes de circunstancias, votadas al calor de polémicas mediáticas”. Hay que unir, calmar y no exacerbar. Todo en el estilo de Juppé es un antisarkozismo, una denuncia explícita del populismo y la gesticulación oportunista con miras a seducir a una Francia con “seny”. Una afirmación de principios frente a quien se apunta a todo lo que dé votos. Pero todo eso es estilo, ¿y la política?
Las diferencias de programa no son significativas. Los dos quieren bajar impuestos, profundizar la involución social y reformar las jubilaciones, es decir, la línea general europea. Ambos han ocupado altos cargos y han sido procesados por fechorías políticas. El momento no da para mucha más que para diferencias de estilo.