La Vanguardia

Polvo enamorado

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En el verano de 1966, el enfant terrible de la alta costura, Yves Saint Laurent, y su pareja (y socio) Pierre Bergé descubren Marrakech: pasan un mes de vacaciones a lo grande en La Mamounia, aunque a los quince días compran una casa en la ciudad –años después adquiriría­n también el jardín Majorelle–. En ese marco suntuoso se construyen una mansión: “Habíamos estado en Canarias, en Túnez, en Libia. Ningún otro sitio nos provocó tal flechazo. En Marruecos –ha revelado Bergé –, Yves diseñó sus mejores modelos. Y descubrió el color. Se convirtió en una especie de embajador honorario del país”. Pierre Bergé, hombre de negocios, filántropo y tótem de la cultura gala, mantendría años después una relación amorosa con uno de los exquisitos paisajista­s de Majorelle, Madison Cox, mientras que Yves empezaría a perder el interés por la vida de cada día. Pero en aquellos días, aquel escenario ambientado por una sensoriali­dad exótica reunía todo aquello que amaban: sol, exuberanci­a, sexo y misterio.

Fue hace cincuenta años cuando Saint Laurent travistió el esmoquin masculino y se lo puso a las mujeres, inspirado por los dandis: el chaleco de Brummel, los bucles dorados de Dorian Gray, los fulares del Gilles de Watteau. Chanel lo considera en la televisión francesa como su heredero espiritual. Roland Petit le encarga el vestuario de Le paradis perdu para el Covent Garden. Y la gloria se empeña en barnizar la languidez del joven modista. “Saint Laurent viste a Catherine Deneuve con esa inteligenc­ia íntima de la historia, esa ‘servidumbr­e voluntaria’ de la que Proust escribe que representa el inicio de la libertad”, sentencia Laurence Benaïm en la biografía del creador. Fue también entonces cuando se consolidó el espíritu rive gauche, e Yves y Pie- rre encarnaban al bourgeois con solera aunque detestaran a los burgueses. A Saint Laurent le preguntan en un cuestionar­io al uso: ¿cómo le gustaría morir?, y responde: “Bruscament­e”. Ambos se convierten en fervorosos coleccioni­stas de arte, amantes del mantel y las sábanas con sus toques de extravagan­cia y libertinaj­e. “Claro que hubo infidelida­des sexuales, ¡muchas! Pero eso suena burgués. Lo que nos unía era mucho más importante”, ha reconocido Bergé.

Incluso su homosexual­idad e izquierdis­mo son rasgos posibles en Francia: colorean la solapa tanto como la insignia de la Legión de Honor. Ellos se amaron gracias a sus caracteres opuestos: el uno inseguro, depresivo, brillante y adicto; el otro mandón, controlado­r, gris y firme como una roca. Quizás ese fuera el secreto de un amor al que las drogas forzaron a una cesura (se separaron en 1976, aunque siguieron siendo socios y se casaron días antes de la muerte del coutourier ,enel 2008).

Fue muchos años antes, en el hospital de Val-de-Grâce de París, donde Yves estaba ingresado por trastornos psiquiátri­cos tras su alistamien­to en el ejército francés y su despido chez Dior, cuando se juraron amor eterno. “Vamos a crear una casa de alta costura más grande que Dior. Yo diseñaré y tú la dirigirás”, instaba Yves a Pierre. “Nuestra relación era muy fuerte, con una sexualidad muy intensa. El sexo era nuestro centro de gravedad. Fue así durante mucho tiempo. Y no tengo más que explicarle”, le confesaba Bergé hace un año al periodista de El País Jesús Rodríguez.

Este verano acaba de presentars­e el proyecto del Museo Yves Saint Laurent en Marrakech, impulsado por Bergé para celebrar los 50 años del descubrimi­ento del edén marroquí que tanto deslumbró a YSL: un cubo de 4.000 metros cuadrados inspirado en el mítico esmoquin femenino que acogerá los archivos de la firma (5.000 vestidos y 15.000 accesorios). Yves Saint Laurent al final de sus días declaró a su biógrafa que no se arrepentía de nada: “Todo es claro y también todo está entre sombras”. El amor por Bergé fue su anclaje a la vida, un amor más allá de la muerte.

“Claro que hubo infidelida­des sexuales, ¡muchas! Pero eso suena burgués. Lo que nos unía era mucho más importante” El Museo YSL, en proyecto, recuerda que hace 50 años se compraron una casa nada más pisar Marrakech: sexo, exuberanci­a, sol, misterio...

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BERTRAND RINDOFF PETROFF / GETTY
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RON GALELLA / GETTY
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ANDIA / GETTY La pareja se juró amor eterno mientras Yves Saint Laurent se recuperaba tras su alistamien­to en el ejército francés: “Vamos a crear una casa de alta costura más grande que Dior”. Testigo de la relación fue su mansión de Marrakech

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