Las camisas de Mandela
La estatua de Mandela sonríe con la vista puesta en el infinito. Tiene seis metros de altura, está hecha en bronce y es el centro de atención de quienes pasan por la Nelson Mandela Square, rebautizada así desde que se instaló la obra. Antes, la plaza se llamaba como el distrito: Sandton, al noreste de Johannesburgo, la tercera ciudad más poblada de África, solo superada por Lagos y El Cairo.
A principios de los sesenta, en pleno auge del apartheid y antes de la expansión de la ciudad, Sandton era una zona agrícola, con residencias unifamiliares y granjas como la de Liliesleaf, propiedad del Arthur Goldreich, pintor abstracto sudafricano-israelí y figura de los movimientos antiapartheid, que acogía en su propiedad reuniones clandestinas del CNA –Congreso Nacional Africano– e incluso escondió durante temporadas a personas como Mandela, perseguidas por su activismo en contra de las leyes raciales.
La granja sigue en su sitio, puede visitarse como atracción histórica y junto al museo del apartheid es uno de los lugares que mejor explica la historia de la nación a lo largo del siglo XX. El nuevo siglo ha cambiado la fisonomía del barrio y nadie de los que se escondían en Liliesleaf la reconocería hoy, convertida en uno de los grandes centros financieros y de negocios del país: buena parte de las sedes de bancos, grandes corporaciones multinacionales e incluso la bolsa se han trasladado allí desde el antiguo distrito financiero y para dar servicio a todos estos nuevos vecinos se han construido grandes torres de apartamentos, hoteles y las inevitables galerías comerciales como Sandton City.
El local número 50 de la galería luce un nombre pomposo: Presidential, en un letrero de letras blancas sobre fondo negro. En su interior, perfectamente ordenadas, decenas de camisas estampadas que recuerdan al personaje más carismático del país y no es por casualidad. Oliver, el encargado de la tienda, lo confirma: “Sí, es cierto, estas son las camisas de Madiba (nombre popular de Nelson Mandela), diseñadas desde hace más de 20 años por la señora Buirski”, indica, mientras dobla las mangas de una de brillante color rojo.
A principios de 1994, la diseñadora sudafricana Desre Buirski regresó a su país tras trabajar en Estados Unidos e Indonesia. Quería empezar una nueva etapa profesional, votar en las primeras elecciones libres y conocer personalmente a una persona que admiraba profundamente: Nelson Mandela. La ocasión se presentó a unas semanas de las votaciones, cuando el líder del CNA fue a dar una conferencia en una sinagoga. Buirski pensó que podría ofrecerle algo más que un cariñoso saludo y decidió envolver una camisa con unos dibujos de peces de su creación junto a una nota que decía literalmente: “Gracias por todos los sacrificios y esfuerzos que ha hecho por nuestro querido país”. La tuvo que redactar en un papel pues aun no tenía tarjetas de visita. Tras escuchar el discurso, la diseñadora intentó acercarse a Mandela sin éxito y pidió a uno de sus guardaespaldas, con pocas esperanzas, que le entregase ese regalo.
El CNA arrasó en las elecciones con el 62,6% de los votos, mientras que el partido nacional del hasta entonces presidente De Klerk obtuvo el 20,3%. En el ensayo para la inauguración del primer congreso democrático, el nuevo presidente llamó la atención: rodeado de personas de diferentes razas, aunque unificados por sus trajes y corbatas, Mandela apareció con una camisa estampada… con unos peces. La foto fue reproducida en muchos medios internacionales y ocupó la portada de todos los diarios sudafricanos. Buirski no daba crédito: era su camisa. Como agradecimiento, le envió algunos modelos más que volvió a ponerse y finalmente se conocieron en persona en un desayuno. Mandela le pidió entonces si quería ser su sastre y ella le dio un sí rotundo. Hasta su muerte, en diciembre del 2013 creó para él 155 diseños y abrió su propia marca: Presidential, donde hoy se venden esas creaciones a precios que van desde los 120 a los 370 euros, dependiendo del diseño, tejido o si el dibujo ha sido pintado a mano.
La diseñadora Desre Buirski confeccionó las populares camisas estampadas que
lucía Madiba Hoy en día se sigue comercializando ropa similar bajo la marca Presidential, de 120 a 370 euros