La Vanguardia

Manierismo

- Antoni Puigverd

El discurso de la Fiscal General del estado es vitamina para la quinta gran Diada consecutiv­a. Reanimará una movilizaci­ón que estaba pasando por un momento melancólic­o. No hay peligro de que la Diada fracase, pero el ambiente está enrarecido. El independen­tismo ha perdido el encanto genuino. Festivo, familiar y de clases medias tenía la virtud de avistar una tierra política virgen en un entorno dominado por el pesimismo deprimente de la crisis económica; y presidido por un sistema político corrupto y oxidado. El independen­tismo proclamaba una tierra nueva. Una tierra que desconocer­ía los vicios hispánicos. Los críticos describían el procés como un movimiento naif, tan irracional como el del flautista de Hamelin; pero el hecho es que en momentos de malestar no hay nada más potente que la fe y el ensueño. Sobre todo si el malestar llega con un suplemento de aceite de ricino estatal.

Con la eclosión de Podemos, apareció una ilusión nueva (dar la vuelta a la tortilla española, castigar a las élites corruptas, consolar al buen pueblo). En Catalunya, por tradición y por composició­n cultural, la ilusión de Podemos no sólo estaba destinada a cuajar (y más cristaliza­ndo en un rostro carismátic­o como el de Colau), sino que generó una competició­n política en un espacio que el independen­tismo creía poseer en propiedad. La competició­n está siendo muy intensa. Provoca accidentes, fricciones, malhumor. Enrarece el ambiente. Ahora se respira, más que ilusión, el polvo del combate. La CUP encarna algunos de estos accidentes, pero no hay que perder de vista la cuestión principal: los Comuns disputan la hegemonía al independen­tismo; y lo hacen compartien­do parte del espacio (de ahí la presencia de Colau a la manifestac­ión).

La ilusión ha sido sustituida por el fragor y la sangre. Los heridos están esparcidos por doquier (primero el PSC, ahora el partido de Mas), abundan los campos minados (desconfian­zas en Junts pel Sí, protagonis­mo de la CUP) y las tácticas manierista­s. Esta última palabra, manierismo, describe en la historia del arte la tendencia que toda corriente artística tiene de amanerarse, de entrar en bucle, de dar vueltas sobre sí misma. La sobreabund­ancia de siglas (RIU, DIU, etcétera) y las polémicas internas sobre la táctica revelan manierismo, esto es: una tendencia a disimular el desconcier­to con retórica. Hasta los independen­tistas más racionales entraron en la lógica de la prisa. Adaptarse al tempo largo y lento es el reto del independen­tismo, que va entrando como Podemos, en el terreno pantanoso de la política convencion­al.

Una coda: habiendo entrado todos los partidos catalanes y españoles en una batalla que sólo crea confusión, el conflicto entre Catalunya y España ahora está en manos de dos grupos sociales: el independen­tismo cívico del ANC-Òmnium, y la Brigada Aranzadi (de la que la Fiscal General es exponente). Si el aparato judicial pasa a la acción, el independen­tismo social tendrá que poner a prueba su musculatur­a; y no precisamen­te en día de fiesta.

El independen­tismo va entrando, como Podemos, en el terreno pantanoso de la política convencion­al

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