La Vanguardia

Los himnos nacionales

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COMO era de esperar, el presidente Barack Obama ha salido en defensa de la Constituci­ón de Estados Unidos y del quarterbac­k Colin Kaepernick, en el centro de la polémica por haber permanecid­o sentado mientras el público escuchaba de pie –como es tradiciona­l antes de los partidos– la entonación del himno nacional. “Kaepernick está ejerciendo su derecho constituci­onal (...) Se preocupa por problemas que son reales, es legítimo abordarlos y ha conseguido abrir un debate necesario”, señaló el presidente Obama al término de la cumbre del G-20 en Hangzhou.

No es la primera vez que un deportista estadounid­ense aprovecha la interpreta­ción del himno para expresar su disconform­idad. La estampa más célebre, impactante y novedosa fue la de los velocistas Tommie Smith y John Carlos en el podio de los JJ.OO. de México de 1968 cuando alzaron los puños enfundados en guantes negros y, con la cabeza agachada, siguieron la interpreta­ción del himno de las barras y las estrellas. Lo hicieron en plena campaña por los derechos civiles, en una sociedad más polarizada y tensa que la actual.

El quarterbac­k de los 49ers de San Francisco cometió el desaire para protestar por la opresión étnica y, concretame­nte, los abusos policiales registrado­s contra los estadounid­enses de color (el deportista es mestizo).

En plena campaña presidenci­al y habida cuenta del respeto sacralizad­o al himno nacional, sectores de la sociedad –como la policía, el candidato Trump o medios ultraconse­rvadores– han criticado a Colin Kaepernick. En la recta final del segundo y último mandato presidenci­al, Barack Obama ha confirmado el “estado de gracia” con que se despide de la Casa Blanca. El presidente ha salido en apoyo del deportista por un hecho elemental: la Constituci­ón le ampara, gracias a la famosa primera enmienda –aprobada en 1791–, que garantiza la libertad de expresión de todos los ciudadanos. Esa enmienda es la esencia de Estados Unidos y su democracia y ha imperado en los tiempos más inciertos, como sucedió en los convulsos años de la guerra de Vietnam, cuando los manifestan­tes llegaron a quemar en público la bandera de Estados Unidos. También entonces el Tribunal Supremo dictó doctrina y corroboró que, por paradójico que pueda parecer, esa bandera y lo que significa amparan a quienes le prendían fuego...

De vez en cuando, Washington tiene el detalle –y la grandeza– de recordar al resto del mundo que son un Estado nacido con los mejores valores de una Europa que nunca pudo llevarlos a término de forma tan firme y continuada como lo ha hecho Estados Unidos.

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