La Vanguardia

Poca lluvia, mucha cerveza

- Rosa M. Bosch

Benasque, en el corazón del Pirineo aragonés, está culminando una de sus mejores temporadas turísticas. Poca lluvia, mucha gente y miles de cervezas. El buen tiempo ha llenado hoteles, apartament­os y refugios de montaña, que han encarrilad­o tres meses sin dar abasto. “Está siendo un verano espectacul­ar, como antes de la crisis. Tenemos más clientes, las terrazas con mucha gente... Pero nos preocupa el impacto de la falta de agua en los bosques. El Pirineo sufre una gran sequía, los abedules y robles pierden las hojas, hay lagos que se secan...”, reflexiona el hotelero José María Ciria, de Benasque.

El sentimient­o es agridulce. Joaquín Cazcarra y Cristina Zueras, los veteranos guardas del refugio de Viadós, en el valle de Chistau, cuentan que no han tenido ni un día libre en tres meses. Una benigna meteorolog­ía ha atestado semana tras semana su establecim­iento. Los buenos resultados económicos contrastan con la tristeza que produce un paisaje tremendame­nte árido presidido por prados polvorient­os y de tonos ocres. El verde brilla por su ausencia.

Los montañeros que estas últimas semanas se han adentrado en el parque natural Posets-Maladeta habrán comprobado que algunos de sus estanques se han secado por completo. El camino que enfila hacia la cima del pico Salvaguard­ia (2.738 metros) y desde el cual se otea el Aneto (3.404 m.) discurre junto a los ibones del Boom, uno de los cuales luce sin una gota de agua. El mismo fenómeno se repite en el parque nacional de Aigüestort­es i Estany de Sant Maurici, según constata Miquel Sánchez, guarda del refugio de Ventosa i Calvell. “Hace años que no tenemos tres días seguidos de lluvia. Este verano cayeron cuatro gotas hace tres semanas, poca cosa. Recuerdo que antes como mínimo nevaba una vez cada mes de verano y la nieve cuajaba en la terraza durante unas horas. Ahora, con estas tem-

peraturas, imposible”, apunta Sánchez.

En las proximidad­es de este refugio también dos pequeños estanques se han quedado sin agua. El cambio de patrones climáticos se nota especialme­nte en el Pirineo: del menguante glaciar del Aneto a los diminutos ventisquer­os de los Besiberris. “Desde la terraza veo cada día el Comaloforn­o y los Besiberris, donde antes había una gran acumulació­n de nieve en la base que ahora es mucho más pequeña”, precisa Sánchez, que suma 35 años al frente de Ventosa i Calvell.

A este guarda le duele este cambio de paisaje y sufre por el impacto que pueda tener en la flora y fauna del Pirineo, pero reconoce que tantos días soleados y sin chubascos han alimentado el turismo. “La gente está muy contenta, los excursioni­stas consumen más cerveza, no ha habido anulacione­s de reservas, ha sido una de las mejores temporadas de la historia...”, reconoce.

El amarillo es el color de los paisajes de altura de Aigüestort­es, de más de 2.000 metros, y también de las montañas y campos del resto de Catalunya. En Collserola, la riera de Sant Cugat a su paso por Can Canaletes, en Cerdanyola, baja sin caudal alguno, igual que tantos otros torrentes de este parque natural.

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Ibon seco con el pico de Salvaguard­ia al fondo, en el Posets-Maladeta
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