La duración
Uno de los estrenos televisivos más significativos de este verano ha sido la obra documental O.J. Made in America, realizada por Ezra Edelman y centrada en el episodio criminal que tuvo de protagonista a O.J. Simpson, acusado del asesinato de su exmujer Nicole Brown y de Ronald Goldman. En su conjunto la obra dura 450 minutos, siete horas y media, aunque se suele proyectar en formato miniserie, dividida en cinco capítulos. El hecho de utilizar sólo material de archivo y entrevistas posteriores a los protagonistas, sin comentarios, le da a esta obra una dimensión analítica que desborda los cánones habituales de los documentales televisivos de historias criminales. Pero lo que le acaba de proporcionar una dimensión trascendente es su duración, su extensión concéntrica, la expresividad del ensanchamiento del instante. Su minuciosidad sobre los detalles de violencia de O.J. Simpson contra su mujer antes del asesinato, de las argucias de la defensa durante el juicio, o de los efectos del caso sobre la población, entre otros, facilita que el conjunto obtenga una dimensión épica. No se está hablando sólo de un juicio, sino de una revisión del racismo, de la misoginia, de la violencia doméstica, del circo mediático, de la fama, de la actuación policial, del sistema judicial, del funcionamiento de la democracia entendida como un escenario descomunal, donde todo es apariencia, pero donde la violencia es real.
Durante mucho tiempo parecía que la brevedad era un valor asociado a las obras audiovisuales. “Hazlo más corto” era como una palabra de orden para los montadores, como una manera de querer asegurar que una obra si era reducida podía ser más digerible por amplias capas de población. Contra esta uniformización absurda se habían opuesto algunos cineastas, que habían entendido que en la duración extensa de un obra se podían crear las condiciones para trascender, para poder establecer la relación entre lo concreto y el sistema general de un país. Una corriente que entronca a Warhol con Wiseman: en el caso de este último ha conseguido hacer entender que sus filmes por encima de tres horas proponen una manera de analizar una institución pública con un sentido revelador.
Las nuevas formas seriales, y los nuevos modos de poderlas ver, seguidas o espaciadas, no hacen más que dar carta de naturaleza a esta épica de la duración, a esta conciencia de que la temporalidad extensa nos propone otra manera de mirar el mundo, en cuanto se es capaz de ir más allá de los hechos, de hacer entender el contexto, de insistir en un gesto repetido, de establecer un amplio terreno que está bajo la influencia de un hecho o de un territorio .
Contra la idea generalizada de sintetizar todo el mundo en una obra reducida, aparece también la alternativa: ir añadiendo capas, detalles y matices para acabar construyendo una nueva sensibilidad. En este acto de sumar más que restar, se concentra una manera de confrontarse a un sistema mediático que sólo busca la síntesis por el impacto emocional inmediato, como una manera de pasar rápidamente por encima de todas las cosas. La realidad es compleja y extensa, y a veces la duración es resistencia.
Las nuevas formas seriales, y los nuevos modos de poderlas ver, no hacen más que dar carta de naturaleza a la épica de la duración