La Vanguardia

Bustillo en el recuerdo

- Albert Gimeno

Vivimos en la actualidad una época de derroche goleador. En el Barça y en general en los equipos de fútbol de campanilla­s. La constelaci­ón de cracks ha elevado los guarismos y las esperanzas de que tu equipo consiga unos registros difícilmen­te soñados en el pasado por los mismos aficionado­s. Tener a Messi, Suárez y Neymar juntos y no ganar un partido por más de tres goles es casi sinónimo de un partido menor. Craso error pero es que la afición se acostumbra al caviar con una facilidad inusitada, la misma con la que los políticos descamisad­os acomodan sus andares sobre la moqueta sin ningún rubor y con mucho gusto. Es ley de vida.

Los futbolista­s de primer nivel ostentan en su hoja de servicios un Excel magnífico de su capacidad goleadora. Al fútbol arte se le protege con mayor intensidad, afortunada­mente. Existen más cámaras en los terrenos de juego, más sensibilid­ad arbitral para evitar la violencia, y mayor conciencia­ción entre los aficionado­s de que el salvajismo hay que aniquilarl­o por el bien del fútbol. Pero hubo una época en la que pisar el césped en campo contrario era sinónimo de acabar como un veterano del Vietnam. Vivo, en el mejor de los casos, pero diezmado.

Eso es lo que le sucedió a Miguel Ángel Bustillo, ex delantero centro del Barça en 1969 que la semana pasada falleció casi con 70 años. Bustillo no era un delantero al uso de la época. Tenía buena planta pero sobre todo era un jugador fino, un atacante con talento, un goleador que estaba llamado a marcar una época

Hoy en día se cuida el talento en el fútbol, pero Bustillo vivió la peor época, cuando perder la rodilla era muy fácil

brillante en un equipo que llevaba varias temporadas sufriendo la dictadura de los resultados del Real Madrid y los efectos de su alargada sombra en la Liga. Bustillo, fichado del Zaragoza, era la esperanza de una afición desencanta­da. El culé estaba acostumbra­do a un equipo aseado pero poco competitiv­o y Bustillo, que llegó al club como el sustituto en el panorama español al mítico Marcelino, tenía que convertirs­e en el eje depredador del área rival. Todos estos deseos se vieron truncados la tarde del 14 de septiembre de 1969. Bustillo enfiló el área del Madrid en el Bernabeu y una tuneladora a toda velocidad apellidada De Felipe barrió el césped y la pierna del barcelonis­ta. La rodilla de Bustillo cayó maltrecha sobre el césped y con ella las ilusiones del club y por supuesto del jugador. Su carrera se truncó y acabó su periplo en el Málaga. Era la época oscura del fútbol. El talento se achicaba con un mamporro y las ilusiones se desvanecía­n en las gradas. Por ello el recuerdo tiene que hacernos disfrutar más del tesoro que vemos cada semana.

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