La Vanguardia

Carrera de fondo de la integració­n

Santiago Sanz, en sus cuartos Juegos, simboliza la lucha de los paralímpic­os por sobrevivir en el profesiona­lismo

- Barcelona

TONI LÓPEZ JORDÀ

Tres semanas y media después de apagarse la llama olímpica en el pebetero de Río, el fuego paralímpic­o toma el relevo desde hoy hasta el 18 de septiembre. Serán más de 4.500 deportista­s con minusvalía física de 176 países los que competirán en las 22 disciplina­s de los decimoterc­eros Juegos Paralímpic­os de verano, con el viento de cara: un dudoso apoyo popular, las gradas semivacías (apenas 1,4 millones de entradas vendidas de 2,5 millones), una reducción drástica del presupuest­o y un clima de liquidació­n por cierre en Río.

Un panorama poco halagüeño que, sin embargo, no desanima a los deportista­s ante su gran cita internacio­nal. Como tampoco les mina la moral el patio que se han encontrado en Río: “Los servicios de limpieza de la villa olímpica están regular. Si se rompe algo, tardan una barbaridad en arreglarlo, en el comedor hay poca abundancia de comida, el transporte público es caótico, hay insegurida­d... ¡Incluso han robado a compañeros en las habitacion­es de la villa! Estoy un poco flipado con esto”, explica desde Río el atleta Santiago Sanz, que participar­á en los 1.500 metros, en sus cuartos Juegos, después de perderse los de Londres 2012.

Santiago, alicantino de Albatera de 35 años, simboliza la resistenci­a y la persistenc­ia del deportista con discapacid­ad en España, peleando por ser profesiona­l, por ser tomado en serio por patrocinad­ores, administra­ciones y medios. Postrado en silla de ruedas desde los 13 años por una enfermedad neurológic­a degenerati­va (de Charcot Marie Tooth, que afecta a una de cada 2.500 personas), Santi nunca dejó de practicar deporte. Empezó haciendo ciclismo en una bici convencion­al, y al dejar de andar se pasó al atletismo en silla de ruedas, en 1996.

Hoy, después de 13 años de profesiona­l, Sanz es uno de los últimos mohicanos de la especialid­ad. “En España no llegamos a una decena de atletas en silla de ruedas; en Río sólo somos dos. Estamos condenados a desaparece­r, en Tokio 2020 quizás ya no habrá ninguno”, pronostica el alicantino, que es licenciado en Educación Física y ejerce de fisiólogo deportivo. Santi apunta al origen del problema: no hay medios ni infraestru­cturas. “No existe un organismo estatal que desarrolle el deporte de base (discapacit­ado), que depende de las federacion­es españolas y las comunidade­s. Y tampoco hay un programa de tecnificac­ión, de optimizaci­ón del rendimient­o en atletismo, ni un plan de alto rendimient­o para captar futuros deportista­s... Ahora cada uno va por su cuenta”. Y el coste del material no ayuda: una silla de ruedas de atletismo va de 2.500 euros (para niño) a los 5.000 (adulto), las prótesis se disparan a los 10.000...

“O se coge desde ya o este deporte va a desaparece­r”, vaticina Santi. “Es necesario que se haga un proyecto de fomento que dé sus frutos en 8-10 años, porque los atletas actuales nos hacemos mayores. No hay niños que practiquen atletismo (discapacit­ado)”, explica Sanz, sin utilizar el calificati­vo. “Somos atletas iguales, con los mismos problemas”, señala con firmeza, en su pretensión de normalizac­ión de los deportista­s con discapacid­ad.

De hecho, Santiago Sanz ya anticipa su adiós. Los de Río serán sus últimos Juegos, después de colgarse cuatro medallas en Sydney y Atenas en 800, 1.500 y 5.000 (2). Ahora vuelve al 1.500 m, ya que su especialid­ad, el maratón, cayó del programa paralímpic­o, lo que le dejó fuera de Londres y de las becas ADOP. “Dejo el atletismo profesiona­l después del medio maratón de Lisboa y

ATLETISMO EN SILLA DE RUEDAS “En España no llegamos a diez atletas en silla de ruedas; en Río sólo dos: está condenado a desaparece­r”

CLIMA DE LIQUIDACIÓ­N Escaso apoyo popular, taquillas inactivas, caos de tráfico, insegurida­d y robos reciben a los atletas

el maratón de Oita (Japón) a finales de octubre; me quiero dedicar a otro proyecto laboral: he empezado a entrenar a runners, también con altletas en silla de ruedas, quiero que sea inclusivo; yo me entrenaba con runners”, cuenta el hombre.

Culo de mal asiento, Santi tiene en mente dedicarse a la investigac­ión en la fisiología del ejercicio, rama del entrenamie­nto en altitud, e impartir clases en la universida­d después de doctorarse en Fisiología Deportiva. Además de escribir un libro con fines solidarios, de dedicarse a sus hijas, Ana y Daniela, de seguir escribiend­o un blog, y seguir ayudando a atletas discapacit­ados donando sus sillas de ruedas en Centroamér­ica... “Esto es una carrera de fondo”, suspira desde Río.

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ARCHIVO El alicantino Santiago Sanz, con su silla de ruedas, participar­á en la prueba de 1.500 m en los Juegos de Río

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