Supermanzana de la discordia
La pérdida de plazas de aparcamiento y los problemas para empresas y el transporte público lastran los cambios urbanísticos de Sant Martí
Los generales napoleónicos decían durante la Guerra de la Independencia (18081814): “Os traemos la libertad, pero al primero que se desmande lo fusilamos”. El fin no siempre justifica los medios. Eso piensan los vecinos y comerciantes del distrito de Sant Martí que han abierto un frente judicial contra la supermanzana del Poblenou, una prueba piloto que deberá “recoger las mejoras que nos piden los ciudadanos”, como admitió ayer el Ayuntamiento.
Incluso los más recalcitrantes críticos elogian la voluntad de humanizar la ciudad, ganar espacio para las personas y restringir el tráfico para reducir la contaminación y los accidentes. Pero la forma en que se ha llevado a cabo este primer ensayo no convence a todo el mundo. “La idea es buena; la ejecución, perversa”, resume el concejal convergente Joaquim Forn. La zona elegida –el perímetro de las calles Badajoz, Pallars, Llacuna y Tànger– no tiene una gran densidad demográfica, pero sí empresarial.
Tareas rutinarias, como el reparto o la carga y descarga, se han convertido ahora en una odisea para los concesionarios de las marcas Citroën y Seat de la calle Almogàvers, en el epicentro de la supermanzana. También se han visto afectados talleres, negocios de restauración y de rehabilitación de fachadas, entre otros. Una veintena de empresas y unos 70 vecinos han dirigido una carta al Ayuntamiento para pedir la retirada del proyecto. Estos reclamantes, a quienes representa el abogado Jordi Bonet, se entrevis- tarán hoy con representantes municipales, pero han anunciado que acudirán a la justicia y la vía contencioso-administrativa.
La supermanzana destierra a los coches, que pierden carriles, no pueden circular a más de 10 km/h y deben girar en todas las intersecciones interiores. Unas zonas han perdido tráfico rodado y otras, que antes apenas lo tenían, como la calle Tànger, lo han ganado. Además también se han desplazado paradas de bus y eliminado plazas de aparcamiento.
El descontento por estas medidas tuvo ayer dos imágenes. La primera se produjo cuando la teniente de alcalde Janet Sanz explicaba los cambios in situ. Josep Casabeyó, de 79 años, iba al gimnasio cuando la vio y aprovechó la ocasión para reprochar a los políticos “la falta de diálogo” y la “nocturnidad y alevosía” con que han actuado. “¿Dónde aparco ahora? ¿Dónde cojo el autobús?”, preguntaba mientras la concejal le rogaba que aguardase y que luego le atendería con gusto. El
Hasta los críticos más acérrimos elogian la idea de humanizar la ciudad y ganar áreas peatonales, aunque...
hombre se calló a medias, pero mientras ella proseguía aún rezongaba: “Esto que habéis hecho no tiene nombre”. No lejos de allí hubo otra convocatoria de prensa, impulsada por CiU y una representación de vecinos y comerciantes. Mientras denunciaban la “precipitación” y la “falta de consenso”, un camión de reparto de DHL intentaba cruzar Roc Boronat. Unos toldos se lo impedían.
El Ayuntamiento ha preguntado a estudiantes de Arquitectura cómo aprovechar los 8.000 m2 que se han ganado. Los universitarios se han concentrado en cuatro cruces y en cuatro ideas: ocio, participación, intercambio y cultura. Los toldos forman parte de una de estas áreas, pero están demasiado bajos para según qué vehículos: tuvieron que alzarlos uno a uno con palos para que el camión pudiera pasar. Las propuestas son temporales, durarán unas dos semanas y pretenden dar una idea de los futuros usos de estos espacios. En otro cruce los estudiantes han improvisado pistas deportivas delimitadas por neumáticos. “Tendríamos que ir a los chinos y comprar un cubo, una pala, algún juguete...”, decía una futura arquitecta mientras miraba una desangelada zona de juegos de arena. Otros neumáticos habían sido apilados y rellenados de tierra para resucitarlos como maceteros, pero de momento la ausencia de plantas es notable. En la calle de más abajo, sin embargo, decenas de árboles y arbustos habían sido depositados en una desértica vía.”¿Dónde los plantarán? ¿En medio del asfalto?”, decía el dueño de un taller.
CiU, C’s y el PP piden la retirada de la supermanzana. Pocos han sido más contundentes que los convergentes Joquim Forn, Jordi Martí y Raimond Blasi, que hablaron de “chapuza enorme” y “burla a la ciudadanía”. Si todas las supermanzanas son así, dijeron, “Barcelona se colapsará”.
Más condescendiente, Salvador Clarós, portavoz de la asociación de vecinos del Poblenou, aplaude la voluntad de transformar la ciudad, aunque reconoce que aún es pronto para un balance definitivo y que habrá que hacer cambios. Cambios ya ha habido. Las rayas para indicar por dónde pueden circular los vehículos se han modificado y repintado. Eran tan estrechas en algunas zonas que los camiones, sin suficiente área de giro, se subían a las aceras para maniobrar.
Los estudiantes de Arquitectura no compraron juguetes. Pero hicieron un castillo de arena.
Los vecinos piden más diálogo; las empresas, más facilidades para trabajar, y CiU, C’s y el PP, la retirada del plan