Un guiño a la cultura popular

NO puede ser que leer un pregón se convierta en un problema político, porque estamos dando argumentos a quienes insisten en que los catalanes estamos divididos. Resulta evidente que en Catalunya hay dos maneras de entender la realidad, pero esto no equivale a afirmar que hay dos mundos irreconciliables. Esta es una tierra de tránsito donde todo se debate y no es un país de épica porque escasean los héroes. Los catalanes lo relativizamos todo y somos capaces de entender las razones del otro. Este es un país de pacto desde hace mil años y nos ha ido razonablemente bien. Por eso, convertir un pregón en un conflicto porque quien lo pronuncia no resulta favorable al independentismo es el peor servicio al soberanismo.

Javier Pérez Andújar nació en Sant Adrià de Besòs, “pero eso no importa porque cuando pasó aún era pequeño”, que diría el autor de Los príncipes valientes. El escritor recibió el premio Ciutat de Barcelona 2014 (cuando gobernaba CiU) y su pregón resultó tan acertado, que la intolerancia de algunos fue más anécdota de lo que pretendían. Lo cual no quiere decir que no sea preocupante. El pregón, inspirado en su Diccionario enciclopédico de la vieja escuela, fue un homenaje a tantos paisajes y personajes invisibles, que resultó emocionante, nostálgico, entrañable. Y reivindicativo.

En una ocasión Pérez Andújar dijo que los diccionarios, como los piratas, son los mejores amigos de los niños. Y debió de pensar que también de los mayores, porque utilizó las figuras de la cultura popular para que volviéramos a los tebeos, a las novelas del Oeste o a los libros de aventuras, recordando los tiempos en que los quioscos eran islas de tesoros y las librerías, oasis del conocimiento. Su pregón fue una gran felicitación a quienes compartimos una cultura popular basada en el papel, en la que nos reconocemos, aunque sus páginas oculten las miserias de sus autores y sus protagonistas. Ya sean las de Escobar o las de Carpanta.