Arde Alepo después de los ataques aéreos más intensos en meses
El Asad reaparece para acusar a EE.UU., Turquía y las monarquías del Golfo
Los barrios rebeldes de Alepo ardían ayer después de una noche de bombardeos, los más intensos de los últimos meses. A los ataques de la aviación del régimen en el norte de la ciudad respondían los rebeldes con una ofensiva contra las zonas bajo control gubernamental en el sur. Al menos murieron 13 personas, entre ellas tres niños.
A la tregua, que apenas ha durado una semana, seguían ayer aferrados, sin embargo, los jefes de las diplomacias de Rusia y Estados Unidos, que se reunieron en Nueva York con el grupo de apoyo a Siria formado por 23 países. Estos contactos se mantienen a pesar de que el Pentágono ha culpado a Rusia del ataque del martes contra un convoy de ayuda humanitaria, del mismo modo que Moscú y Damasco culparon la semana pasada a los cazas norteamericanos de la muerte de 60 soldados sirios en Deir Ezzor, un ataque que Washington ha admitido que fue un error.
El presidente sirio, Bashar el Asad, no cree posible que lo fuera. Asegura que las alegaciones norteamericanas “no tienen ninguna credibilidad y son una mentira”. Ayer habló con la prensa en las ruinas de Daraya, reconquistada plaza fuerte de los rebeldes cerca de Damasco.
El Asad llegó conduciendo su automóvil, sin corbata, relajado y repitió que negociará con la oposición desarmada pero que combatirá a los terroristas hasta el final. Luego rechazó las acusaciones americanas de que aviones sirios o rusos atacasen el convoy humanitario de Alepo y les ha hecho responsables de “no querer reducir la fuerza de los grupos extremistas”. También responsabiliza a EE.UU. del fracaso del alto el fuego por el bombardeo en Deir Ezzor, que reavivó inmediatamente los combates y, en una palabra, prolongó la guerra.
Esta guerra de Siria, que ha causado al menos 300.000 muertos, es la tumba de la información. A menudo, las noticias procedentes de los bien establecidos portavoces de la oposición en el extranjero, los innumerables mensajes en YouTube y Facebook han sido evaluados como fidedignos, mientras que las de los centros gubernamentales son calificadas, en bloque, de propaganda.
En Damasco están percatados de que son las injerencias extranjeras de Turquía, Arabia Saudí y Qatar las que fomentan este conflicto infernal. “Son nuestros enemigos”, simplifica el presidente, olvidando, sin embargo, que sin Rusia, Irán, el Hizbullah libanés, su régimen no podría mantener su fuerza aérea y terrestre y, probablemente, ya habría sido derrotado.
La situación es esquizofrénica. De un lado el infierno se va extendiendo, arrojando sus innumerables demonios por doquier y, por otro, los jefes de la diplomacia, tanto de la ONU como de las grandes y no tan grandes potencias, persisten en pergeñar acuerdos de alto el fuego, planes de coaliciones contra el Estado Islámico y programas de transición política inalcanzables.
La única verdad es que todo es cada vez más complicado, más inextricable, como se si se tratase de un maleficio.
Mientras la población muere, se desangra, se desespera, huye, en el nivel superior de los gobernantes se discute, como en los últimos días de Bizancio, del sexo de los ángeles.
El enviado de la ONU, Staffan de Mistura, especula en Ginebra que en las “próximas semanas se reanudarán las negociaciones directas”. Parece, sin embargo, difícil mientras no callen las armas y en el campo de batalla cada día hay novedad.
La ONU ha reanudado el envío de ayuda humanitaria a varias zonas asediadas como Moadamiya, cerca de Damasco, y espera que pronto pueda llegar a Alepo, epicentro de esta guerra mundial.
Los bombardeos de los aviones sirios han provocado inmensas llamaradas en el barrio del Bostan Al Qosr con bombas incendiarias. Las negaciones de El Asad contribuyen a avivar el fuego.
Mientras la población se desangra, los jefes de la diplomacia hablan del sexo de los ángeles