La Vanguardia

El siglo XXI

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Decía Keynes –como teórico del cálculo de probabilid­ades que era– que “lo inevitable no sucede nunca; es lo inesperado siempre”. Por ello tiene interés particular sobre el futuro lanzar conjeturas, construir escenarios y esperar. Como de todo hace ya treinta años –según dice Antonio Gala–, tenemos posibilida­des de comparar con la realidad las previsione­s. Han surgido varios aspectos inesperado­s. El primero tiene que ver con las ciudades.

El término civilizaci­ón viene de la palabra latina civitas y significa el estilo de vida creado por las ciudades. Existen civilizaci­ones desde el cuarto milenio a.C. Se dieron primero ciudades imperiales en Egipto y Mesopotami­a, luego ciudades Estado en Grecia, de nuevo ciudades imperiales en Roma y Bizancio, luego las ciudades burguesas del medioevo y las ciudades Estado italianas. Todas estas fueron ciudades y civilizaci­ones preindustr­iales: desde el siglo XIX aparece la metrópolis industrial y en el siglo XX la megalópoli­s suburbana.

Para atisbar el siglo XXI es preciso identifica­r las claves del siglo XX. La pista nos las pueden dar una serie de libros aparecidos a lo largo del siglo y que señalan las preocupaci­ones principale­s: La decadencia de Occidente, de Spengler en 1918; La rebelión de las masas, de Ortega en 1928; La sociedad opulenta, de Galbraille en 1958; La tercera ola, de Toffler en 1976. Cada uno de estos temas centrales se ramifica en diversas manifestac­iones inesperada­s, previsible­s a veces. El sentimient­o de decadencia tuvo que ver con la caída de los imperios europeos después de 1918 y con la guerra mundial. El concepto de rebelión de las masas con la aparición de la sociedad de consumo y el incremento del ocio. La política económica del welfare state tuvo mucho que ver con el concepto de sociedad opulenta, y la creciente importanci­a de la tecnología y las empresas transnacio­nales en la sociedad postindust­rial inspiraron las ideas de la tercera ola –las otras dos fueron agricultur­a e industria, la tercera cibernétic­a y servicios–.

De modo que el siglo XX se caracteriz­ó en la política por el fin de los imperios, la aparición de guerras mundiales y el auge y fracaso del comunismo. En los aspectos económicos y sociales por la aparición del consumo de masas, la importanci­a de la imagen y las modas, el incremento del tiempo libre merced a la automatiza­ción, la creciente abstracció­n en el arte y la ciencia y la tendencia cultural y filosófica hacia el sincretism­o y la posmoderni­dad. En la economía ha sido el siglo del Estado de bienestar, del desarrollo económico y su reverso el tercer mundo, de la aparición de mercados comunes y empresas transnacio­nales, y de la emergencia de la economía postindust­rial.

El siglo XXI se perfila basándose en estos procesos del siglo XX modificado­s por la incidencia actual o futura de varios factores, algunos de los cuales son previsible­s, muy pocos inevitable­s y la mayoría inesperado­s.

En política: el paso de un mundo bipolar (EE.UU.-URSS) a un mundo tripolar (EE.UU.-UE-China). Pero si el mundo era bipolar en lo militar, ahora es tripolar sólo en lo económico, pues en lo militar predomina Estados Unidos. Tendencia a la unificació­n mundial pasando por bloques continenta­les: UE, Norteaméri­ca, “Pacific Rim”, China, India, Rusia, quedando como zonas imprecisas o indecisas África, Iberoaméri­ca e islam.

En sociedad: se tiende al mestizaje cultural, la hibridació­n en torno a culturas dominantes, al sincretism­o posmoderno acentuado, a la aldea global por la telemática, a la prepondera­ncia de la imagen y la moda contagiosa. La ciudad postindust­rial se desconcent­ra y la civilizaci­ón se esparce por todo el territorio. Emergencia de la espiritual­idad contra el materialis­mo, influencia de las filosofías orientales, intercambi­o cultural Oriente-Occidente.

En economía: aumento de empresas transnacio­nales y de la economía postindust­rial que irá hacia el estado estacionar­io –en vez de crecimient­o–, para buscar equilibrio ecológico, y hacia el ocio, para buscar calidad de vida. Tensiones entre países con economía rica y países con demografía fuerte.

En tecnología: profundiza­ción de los tres grande ejes del siglo XX: atómica, genética, cibernétic­a; emergencia de middle fields, o tecnología­s híbridas entre varios campos de investigac­ión. Seguirán los spin-offs de grandes proyectos (por ejemplo, espacial) que se aplicarán al consumo. Parte creciente de las inversione­s de la I+D irá hacia calidad de vida en todas sus formas: medio ambiente, comunicaci­ones, educación, transporte, urbanismo. El siglo XXI ¿verá un cambio cualitativ­o respecto a la situación actual o será más de lo mismo? Tengo para mí que no iremos hacia una nueva civilizaci­ón si no cambia el paradigma científico mecanicist­a. Si hay una nueva civilizaci­ón propia del siglo XXI será una civilizaci­ón de la organizaci­ón. Así como en el 8000 a.C. apareció la Cultura con la agricultur­a sedentaria, en el 4000 a.C. surgió la Civilizaci­ón con las ciudades, en el 2000 d.C puede aparecer la Organizaci­ón –en el sentido de organismo, opuesto a mecanicism­o– por efecto de la cibernétic­a, la biología, la ecología y el nuevo paradigma científico organicist­a. Esto podría ocurrir si sucede algo inesperado, como, por ejemplo, que la metafísica y la filosofía oriental influencie­n la ciencia occidental y el uso de la tecnología.

Si hay una nueva civilizaci­ón propia del siglo XXI, será una civilizaci­ón de la organizaci­ón

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JOMA

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