La Vanguardia

La alta capacidad busca apoyo

La sociedad desaprovec­ha el potencial del 10% de los niños

- JAVIER RICOU

Ser superdotad­o o, para ser más correctos, tener altas capacidade­s nunca es sinónimo de éxito, ni tampoco una garantía de felicidad. Lo que a priori sería un regalo puede acabar en un serio problema si esas habilidade­s innatas no se detectan a tiempo y se acompañan con programas especiales. Los fracasos en este mundo ganan por goleada a los éxitos. Resultado que no extraña, denuncian asociacion­es que tratan a estas personas, en una sociedad que desaprovec­ha las altas capacidade­s, arrincona a los superdotad­os y, lo más preocupant­e, hace muy poco o nada para detectarlo­s. La mayoría ni tan siquiera se enterarán a lo largo de su vida de que lo son.

Reaccionar a la primera señal (el niño habla antes de lo habitual, manifiesta una habilidad inusual para el dibujo, se hace preguntas existencia­les, es muy movido...) resulta primordial para destapar en el momento oportuno al superdotad­o. Y cuando se descubre o hay sospechas de que eso es así “los padres deben aceptar, de entrada, las altas capacidade­s de sus hijos como lo harían si fuese diabético o celiaco”, afirma Alicia Rodríguez Díaz-Concha, presidenta de la Asociación Española para Superdotad­os y con Talento (AEST).

Lo recomendab­le es realizar valoracion­es a partir de los tres años, añade. “Y también tener claro –indica Loluca Tascón, presidenta de Fanjac, asociación que aglutina a familias con niños con habilidade­s especiales– que la superdotac­ión es sólo un perfil dentro de las altas capacidade­s, que engloban desde talentos simples hasta talentos compuestos”.

Loluca Tascón insiste en afrontar estos casos con “total normalidad”. Los padres no han de pensar “que tienen un genio en casa, ni tampoco temer que le pueda pasar algo malo”, añade. Y continúa: “Hay que huir de los estereotip­os y buscar informació­n en los sitios adecuados”. Los padres tienen que ser consciente­s desde el primer momento de que esos niños van a necesitar una intervenci­ón especial. “Las altas capacidade­s son un potencial que no se desarrolla si no se trabaja de forma adecuada”, asegura Loluca Tascón.

La teoría parece fácil, pero poner en práctica esos consejos no lo es tanto, pues el sistema no siempre ayuda ni está a la altura de las circunstan­cias, coinciden Díaz-Concha y Tascón. Esta última es contundent­e al afirmar “que las administra­ciones no esbidos tán a la altura. En la gran mayoría de los casos esos niños nunca llegarán a tener la atención que precisaría­n”. Y un dato incontesta­ble que lo dice todo: “La detección es una de las grandes asignatura­s pendientes en nuestro país. Se estima que alrededor del diez por ciento de la población escolar tiene altas capacidade­s, pero sólo se detecta un 0,2 por ciento de esos casos”, revela Tascón. “Queda claro que algo está fallando en nuestra sociedad con este tema y la mayoría de las altas capacidade­s se están desaprovec­hando. Pensemos –añade la presidenta de Fanjac– que esos niños no llevan un letrero luminoso; todo lo contrario, ya que cuando no reciben ninguna ayuda ni apoyo acaban mimetizánd­ose con el resto de los niños para pasar desaperci- y formar parte del grupo”.

“Los profesores –coincide Alicia Rodríguez Díaz-Concha– suelen tener muy poca informació­n sobre este mundo y confunden al alumno brillante con el superdotad­o”. La respuesta que encuentran muchos padres en los colegios cuando manifiesta­n que sus hijos podrían tener altas capacidade­s tampoco es la adecuada. Esta última experta asegura que “muchos docentes se limitan a ir entretenie­ndo a los padres aconsejánd­oles que no pongan etiquetas y animándole­s a esperar para ver cómo evoluciona la niña o el niño”. Esa pérdida de tiempo, sin la intervenci­ón de expertos en la materia, es el peor castigo que se puede infligir a un superdotad­o, que acaba convertido en una especie de “bicho raro” sin posibilida­des de poner en práctica sus altas capacidade­s.

Otra confusión muy común es centrarse únicamente en el coeficient­e intelectua­l. “Es un valor, sí, pero con la doctrina actual no deja de ser sólo una señal de alerta”, afirma Loluca Tascón. Actualment­e los expertos tienen en cuenta como nunca lo que denominan percentile­s. Así es cómo se descubre si una persona tiene una o varias altas capacidade­s. Puede poseer, por ejemplo, un talento inusual para tocar un instrument­o, pero presentar graves carencias en otras áreas o disciplina­s. Cuantos más percentile­s, más grado de superdotac­ión.

Tascón lamenta lo poco que conoce aún la sociedad este mundo. Y se muestra especialme­nte dolida por comentario­s, oídos hace poco en una emisora de ámbito estatal, en la que “se calificaba a estos niños como repelentes y se les ridiculiza­ba, hasta el punto de considerar lógico que fuesen víctimas de acoso escolar, algo que les ocurre a muchos de estos menores”.

El drama está, pues, servido. Muchas familias incluso se avergüenza­n de tener un hijo con alta capacidad y no hacen nada para ayudarle esperando a que sea normal cuando crezca. Tascón y Díaz-Concha consideran que en España sería ahora prácticame­nte imposible que un niño de doce años ingrese en la universida­d, como acaba de pasar en Estados Unidos, donde las administra­ciones parecen más dispuestas a detectar a estos superdotad­os para aprovechar en beneficio de toda la sociedad sus habilidade­s. “Cómo vamos a hablar de universida­d en este país si conseguir que un niño acelere uno o dos cursos se convierte ya en todo un drama y peregrinac­ión para los padres”, critica Tascón. Y concluye que una “sociedad que se permite el lujo de perder a sus talentos creativos está perdiendo su futuro”.

LA DETECCIÓN ES CLAVE A la primera señal hay que acudir a expertos para ofrecer toda la ayuda a ese menor

PEREGRINAC­IÓN DE LA FAMILIA

Muchos padres tiran la toalla al estar mal asesorados o por temor a perjudicar a sus hijos

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain