Le Seine, nuevo templo de la música
El megacentro abrirá en primavera en el oeste de París, dedicado a todo tipo de registros musicales
Benjamin Biolay, actor, compositor, cantante, icono de la pop francesa, inauguró anoche la sala Pleyel. Más bien, abrió la puerta al rock y la cerró a la música clásica, protagonista en Pleyel, desde 1927, de 20.000 conciertos seguidos por 25 millones de espectadores. Dos días antes, un poco más al oeste de París, la prensa visitó la obra, muy avanzada, de la Seine Musicale (juego entre el nombre del río Sena y del departamento Hauts-de-Seine, con scène, escenario), edificada por el arquitecto japonés Shigeru Ban y su socio francés Jean de Gastines, el dúo que firmó ya el Pompidou Metz.
En aquel espacio, denominado Isla Seguin, que París compró por 57 millones de euros a Renault, bastión de la cultura obrera y del sindicalismo del siglo XX, debió alzarse la Fundación Pinault. Pero el mayor coleccionista de arte moderno de Francia, cansado de lidiar con la administración, se llevó sus cuadros a Venecia.
El departamento lanzó entonces esta Seine, que muchos llaman ya el paquebote, cofre de cemento gris de 35.000 metros cuadrados con proa que apunta al Sena. O el huevo, alusión a una especie de bulbo y al velo protector equipado de captores de energía solar.
Originalidad por partida doble: el sector privado no sólo aportó la tercera parte del dinero de la construcción, según el acuerdo, de 30 años, que copia el modelo del Lincoln Center de Nueva York, sino que además afronta los riesgos de la explotación. Por eso, han asegurado hasta donde es posible los resultados con un reputado director de programación, Jean-Luc Choplin.
A la cabeza del Châtelet, Choplin logró el más difícil todavía de imponer comedias musicales de producción propia y exportarlas a Broadway que es como vender helados a los esquimales.
Según Choplin, desde su apertura, prevista en la primavera próxima, el auditorio (1.150 butacas) y la gran sala (4 000 a 6000 plazas) verán desfilar “toda clase de música, del barroco al rock”. Entre lo ya programado, comedias musicales, una ópera sudafricana (“hay una tendencia operística en el continente; jóvenes compositores y grandes voces”), ballet, circo, “innovadores conciertos/paseo” y, en el auditorio, “clásico, jazz, músicas del mundo”. Director general de STS, el consorcio de explotación, JeanFrançois Richard anticipa “un volumen de negocio de 7 a 10 millones de euros el primer año, 18 a 25 luego, con 300 espectáculos anuales, las
Le Seine, diseñado por el arquitecto japonés Shigeru Ban, se levanta en la Isla Seguin
dos terceras partes en la gran sala”.
Y Choplin influirá en otra tarea que borda, la de atraer sponsors. Ya, la Seine Musicale convenció a varios, notorios, como la FNAC, Renault o la constructora Bouygues, propietaria también de TF1, el canal de televisión más visto en Europa.
La sala de 1.150 butacas acogerá músicos residentes como Laurence Equilbey con su Insula Orchestra, conjunto de instrumentos de época creado el 2012 con el apoyo del Departamento. También, a la Maîtrise des Hauts-de-Seine, coro infantil de la Ópera de París , fundado en 1985 y dirigido por Gaël Darchen. O, en fin, a la Academia de jóvenes músicos del contralto Philippe Jaroussky, “proyecto artístico pedagógico, porque ayuda a jóvenes (7 a 12 años) y adultos (18 a 26), cantantes o instrumentistas formados en los conservatorios a situarse en el mundo de la música clásica”
Equilbay programará, de acuerdo con Choplin, una cuarentena de conciertos anuales “con formas singulares; flash o bien concierto río, sets de una hora completados con un ante concierto y un after, para público de 17 a 26 años”. Anunció por ejemplo, La creación, de Haydn, en un montaje de La Fura del Baus, lieders de Schubert con orquesta y un festival Mozart maximum.
Con estudios de grabación, salas de ensayo, una calle cubierta de 230 metros de largo con tiendas y restaurantes, el complejo se propone –Choplin dixit– “hacer accesible a todos la música bajo sus formas diversas (Händel y Hendrix por el Ensemble Matheus; Rossini con los dibujos animados de Tex Avery, música de videojuegos…) y conectar con los performing arts centers del siglo XXI, como el Culture Shed que abrirá en Nueva York el 2019”.