Reconstruir sin mafia
Ingenieros y fiscales son la clave, un mes después del seísmo italiano
El Gobierno italiano se ha puesto manos a la obra para reconstruir los destrozos del seísmo de Amatrice, con la intención de que las inversiones lleguen a los afectados y no a las mafias, como ha sucedido en otras ocasiones en Italia.
Tan difícil –y urgente– como reconstruir los edificios será restaurar la confianza en el imperio de la ley. No sólo se trata de evitar nuevas catástrofes sino también de garantizar que la criminalidad organizada no vuelve a lucrarse con las obras públicas generadas por una emergencia nacional. De ahí que, un mes después del terremoto de los Apeninos, los protagonistas sean los ingenieros y los fiscales, dos colectivos muy solicitados en un país vulnerable a las calamidades naturales y al desprecio sistemático de las normas.
El balance aún no definitivo del seísmo del pasado 24 de agosto en Amatrice y otras localidades en las regiones de Lazio, Umbría, Las Marcas y los Abruzos presenta cifras impactantes: 297 muertos, 2.700 personas que no pueden volver a sus casas y unos daños materiales estimados por ahora en al menos 4.000 millones de euros.
En la zona montañosa golpeada por el terremoto las noches son ya frías y llueve con frecuencia. Por eso van a ser desmantelados por completo, en cuestión de días, los campamentos que la protección civil levantó para albergar a los evacuados. Su destino es diverso. Algunos han encontrado cobijo en viviendas de vecinos, otros permanecerán en hoteles. El Estado concede ayudas, en virtud de los componentes de las familias, para pagar alquileres.
Lo prioritario es hallar una solución para pasar el invierno. Se confía en que, al inicio de la próxima primavera, estarán listas las casitas de madera –les llaman minichalets– prefabricadas donde vivirá el grueso de la gente que no ha podido regresar a sus hogares. Estas estructuras costarán unos 35 millones de euros y estarán situadas muy cerca de los pueblos afectados. Además de las viviendas, habrá también estructuras para comercios y para actividades sociales. La filosofía detrás de este plan es que sean comunidades provisionales pero vivas y lo más cerca posible de sus antiguas casas, para que no se destruya el tejido social. Se ha aprendido la lección de L’Aquila después del terremoto de abril del 2009. En la capital de los Abruzos, cuyo centro histórico quedó casi destruido por completo, se optó por construir a toda prisa nuevos barrios en zonas periféricas, las llamadas new towns. Fue una decisión polémica del gobierno de Silvio Berlusconi, aunque justificada por la necesidad de encontrar acomodo para decenas de miles de personas. El problema es que la reconstrucción del centro se fue demorando y hoy, más de siete años después, aún se está lejos de prever su conclusión.
El actual primer ministro, Matteo Renzi, no quiso inspirarse en Berlusconi y rechazó de entrada las new towns, avalado por el consejo de Renzo Piano, el arquitecto y urbanista italiano de mayor prestigio internacional, que ha asumido una especie de coordinación general de todo el proyecto de reconstrucción.
Sobre el terreno trabaja una legión de ingenieros y arquitectos
Renzi debe evitar que las mafias, como sucede a menudo, saquen tajada de grandes obras públicas
–para evaluar la gravedad de los daños y planificar las obras– y, en paralelo, un equipo de fiscales de la ciudad de Rieti que están investigando lo que, según los primeros indicios, parece ser un cúmulo de irregularidades en los permisos y el tipo de construcción de los edificios que se vinieron abajo. Además, asumirá un papel relevante la Autoridad Nacional Anticorrupción, que dirige el exfiscal de Nápoles Raffaele Cantone. A él le compete vigilar estrechamente los concursos públicos para evitar que los tentáculos financieros de las mafias, como tantas veces ha ocurrido, metan mano en los proyectos, los manipulen e inflen su coste. El comisario especial nombrado por el Gobierno para la reconstrucción, Vasco Errani, expresidente de Emilia Romaña, ha
dicho que habrá una lista blanca de empresas sin sospechas mafiosas que podrán recibir contratos. Renzi, que ya se halla en una posición política bastante comprometida –por un próximo referéndum sobre la reforma constitucional–, sabe que no puede cometer errores en la gestión postseísmo porque las secuelas políticas de estos desastres naturales suelen ser muy serias.