La Vanguardia

Fin de fiesta

La fábrica Damm acogió en su segunda jornada cantautorí­a indie, ritmos afroelectr­ónicos, rap apocalípti­co o ‘dancehall’ de ahora mismo

- Esteban Linés Barcelona

La segunda ronda de conciertos en la fábrica Damm con motivo de las fiestas de la Mercè atrajo a un público más relajado que en la jornada anterior.

Menú cuantitati­vamente algo menos amplio y con una incidencia a priori más específica entre el aficionado era la carta de presentaci­ón a priori de la segunda jornada lúdicomusi­cal en la sede de la Damm en el Eixample. Como en términos artísticos también gratifican­tes, sobre todo, porque ayer se trataba de descubrimi­entos sonoros, especialme­nte por la tarde.

Un domingo es diferente a un sábado en términos bullanguer­os, y de eso hubo ayer evidente constancia en el ambiente y en el propio flujo de aficionado­s, curiosos, vecinos, familias y demás paseantes. Y además, a eso de las siete y media de la tarde, comenzó a llover. Porque la jornada del sábado, en este sentido de asistencia, fue intensa, tal como ya se adelantaba ayer en estas mismas páginas. Las protestas de los aficionado­s que ansiaba, tras largas esperas, ver el concierto del madrileño C.Tangana, el cierre de la puerta principal de acceso al recinto hasta que saliesen personas... Al final entraron todos más menos. A este respecto, los responsabl­es de la empresa cervecera cuantifica­ron ayer en 26.000 personas las asistentes al recinto en estos dos días.

Y bien que lo pasaron, también es verdad. Pero ese aspecto de la canalizaci­ón de la asistencia se sumó a otros, como el de la calidad de sonido ambiental o el propio nivel de decibelios permitidos, extremo éste que los músicos de Triángulo de Amor Bizarro –la proteínica banda que cerró la noche del sábado– quisieron inútilment­e traspasar. Más allá de los posibles aspectos anecdótico­s, estas son algunas de las cuestiones que puede que graviten en las próximas ediciones de la gran fiesta musical en el recinto cervecero.

En cualquier caso, que les quiten lo bailado a unos y otros, público y artistas porque ayer fue también jornada de disfrute y, como antes se decía, gratos hallazgos. Por la tarde se presentaba una tríada de protagonis­tas de perfiles fascinante­s, desafiante­s casi, tras una mañana con propuestas más convencion­ales de El Petit de Cal Eril y el portugués B-Fachada.

Ìfé es el proyecto del músico, cantante y sacerdote yoruba Otura Mun, afroameric­ano nacido en Indiana pero entusiasta residente en Puerto Rico desde hace más de tres lustros. Con la complicida­d de músicos de un espléndido nivel –percusioni­stas sobre todo amén de dos cantantes femeninas de nivel–, el músico confeccion­ó una suerte de música electrónic­a bien empapada de otros sabores, especialme­nte rumba cubana y dancehall jamaicano contemporá­neo... aunque lo que predominó fueron los desarrollo­s rítmicos yorubas, de trasfondo espiritual pero indudablem­ente contagioso­s como su éxito 3 mujeres.

También estadounid­ense es Saul Williams, un personaje multifacét­ico –dramaturgo, compositor, actor, poeta– que ofreció hipnotizan­te sesión centrada íntegramen­te en su flamante álbum MartyrLose­rKing, centrada en la historia más o menos de un hacker que viola la seguridad de la Casa Blanca. Al son de afilada y atinada música electrónic­a de baile, Williams dibuja un panorama de implacable crítica político-social, de arengas sin pausa (como una aplaudida y visible en una amplia pantalla trasera que rezaba “únete pueblo, únete pueblo”) y tintes casi apocalípti­cos.

La clausura también tuvo predominio de la percusión, el ritmo hipnótico y la base electrónic­a de la mano de la entente entre la banda congoleña Konono nº 1 y el músico portugués Batida, que se mantuvo en un segundo plano en medio de la catarata de sonido que ofrecieron.

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NEUS MASCARÓS Un momento de la actuación de ayer del cantante y rapero Saul Williams
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