A ver quién la dice más gorda
Hillary Clinton y Donald Trump se enfrentan hoy en el primer cara a cara bajo una expectación nunca vista
Una noche de esta semana, Donald Trump preguntó a la concurrencia si sabían del paradero de su rival, Hillary Clinton.
Después de ausencia por una secreta neumonía –desvelada por un traspié en la conmemoración neoyorquina por el 15.º aniversario del 11-S–, la candidata demócrata ha vuelto a desaparecer de la escena pública. La respuesta del republicano no defraudó las expectativas que despierta el lenguaraz nominado.
–Dicen que está preparando el debate, pero creo que duerme.
Más allá de los supuestos sarcasmos del trumpismo, la frase ilustra dos estilos políticos –uno metódico y otro confiado en las emociones, por decirlo fino– y dos maneras de aproximarse a la cita de esta noche en la Universidad Hofstra de la localidad de Hempstead, en Long Island (estado de Nueva York). Es la primera de las tres discusiones mano a mano entre los dos elegidos para suceder a Barack Obama.
Clinton se ha encerrado en su casa de Chappaqua con sus consejeros para hacer simulacros. En los ejercicios, Philippe Reiness, uno de sus ayudantes veteranos, ejerce de Trump por el conocimiento que dispone de ella, de sus debilidades, y por su capacidad de plantarle cara.
En cambio, Trump ha seguido viajando hasta el sábado, cuando se encerró en su torre de marfil de la Quinta Avenida. A excepción de una reunión ayer con el primer ministro israelí Beniamin Netanyahu –Clinton también lo tenía en su agenda–, el magnate se ha rodeado de amigos como el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, o el halcón Rudy Giuliani, exalcalde de Nueva York.
El aspirante conservador se enorgullece de mantener una preparación mínima para el caso, sin haber hechos ensayos. Ha preferido ir lanzando ideas y discutir puntos con su equipo.
Será el primer cara a cara de esta carrera hacia la Casa Blanca, con la meta del 8 de noviembre. “La singularmente incivil campaña presidencial va a producir uno de los mayores encuentros cívicos en décadas”, describió The New York Times. El Clinton contra Trump –puesto así sólo por una tradicional cortesía– se ha planteado como el combate del siglo. En una época de audiencias disgregadas, las cadenas de televisión se frotan las manos. Se prevé una audiencia de unos 100 millones de espectadores, una cifra que entra en un terreno sólo al alcance de la Super Bowl, la final de la liga de fútbol americano. El acto de es-
CIEN MILLONES DE AUDIENCIA Los expertos prevén un récord de espectadores, por encima del ReaganCarter de 1980
LA IMPORTANCIA DE LA COSA
“En un debate no se gana unas elecciones, pero sí se pueden perder”, dice un analista
te tipo récord hasta ahora se remonta a 1980, al duelo Ronald Reagan-Jimmy Carter.
“Aseguran que será uno de los shows de televisión más seguidos, si no el que más”, declaró Trump al The Washington Post con su habitual expresión hiperbólica. “Los 90 minutos más importantes en la trayectoria de Estados Unidos”, prosiguió.
Desde el otro campo tampoco se quedaron cortos. “Será lo más visto en la historia humana”, preconizó Paul Begala, exasesor de Clinton, en The New Yorker. “Será mayor que el aterrizaje en la Luna, que la Copa del Mundo, la Super Bowl, los Juegos Olímpicos y la última boda real, será enloquecedor”, insistió.
Aunque resulte exagerado, que lo es, todo hace juego con la retórica desaforada de esta época, que va desde prohibir la entrada a los musulmanes o descalificar como “violadores” a los mexicanos, hasta tildar de “cesta de deplorables” a una parte de los votantes. Hay unas circunstancias especiales.
Para muestra, un detalle. La polémica se centró ayer en el tuit de Mark Cuban, otro millonario visceral y amigo de los Clinton, en el que indicó que hoy asistirá al debate en primera fila. Trump replicó que si iba Cuban, él invitaría a Gennifer Flowers, una de las mujeres que denunciaron un affaire con Bill Clinton. El aspirante republicano a la vicepresidencia, Mike Pence, salió a desmentir esa presunta invitación.
De esta guisa son las cosas. No se vota a favor de uno, sino en contra del otro, en una polarización nacional como pocas veces se ha experimentado, con dos figuras antagónicas y polémicas.
Las últimas encuestas señalan que, pese a una ligera ventaja de Clinton, los dos contendientes llegan en un contexto de empate técnico (46% por 44%). Pero también andan a la par en la visión negativa (57%) que los ciudadanos se han forjado de ambos. Si Trump cuenta con un 53% que lo cree deshonesto, en Clinton esto sube al 62%.
Ahí está el meollo de la actuación de la demócrata. Los que la conocen, y confían en ella, sostuvieron que debe ser “más humana” y menos opaca o técnica en sus respuestas. A Trump le aconsejaron mesura y no caer en sus insultos habituales. Ha prometido respeto, “aunque no sé exactamente qué haré, depende de cómo ella ataque”, dijo en la Fox.
En su primer cara a cara de su carrera política, surgen dudas entre los expertos de que sea capaz de hablar tanto rato, salvo de sí mismo, sin pifiarla. Según el estratega Brett O’Donell, “no ganas las elecciones en un debate, pero sí puedes perderlas”.