La Vanguardia

El factor gallego

- Gonzalo López Álvaro

Cuando, tras la fallida investidur­a de Mariano Rajoy, los partidos señalaron las elecciones en Galicia y Euskadi como una nueva estación de tránsito hacia la formación de gobierno en España, no estaban pensando en otra cosa que en el afianzamie­nto de sus respectiva­s posiciones para resistir el asedio al palacete de la Moncloa o derribar sus murallas.

Con el fortín gallego a buen recaudo y unos resultados que lo emparejan con el PSOE en Euskadi, el PP se sentirá reforzado para afrontar con tranquilid­ad unas terceras elecciones generales que podrían aproximarl­o a la mayoría absoluta o suficiente. En la medida en que se ha querido hacer una lectura de estos comicios autonómico­s como si fueran unas parciales de las generales, Galicia ha sido un éxito para Rajoy. Además, el 25-S proyecta con luz propia en el firmamento popular la figura de Alberto Núñez Feijóo, único presidente autonómico con mayoría absoluta. Dos buenas noticias para el PP. Y, como no hay dos sin tres, Feijóo se ha merendado a Ciudadanos.

En la orilla de las izquierdas, tras reñidísimo escrutinio, la alianza de Podemos con En Marea logra repetir en Galicia el sorpasso vasco y antes catalán, lo que dará nuevos bríos a Pablo Iglesias y más madera a la hoguera socialista, que ya estaba encendida para Pedro Sánchez. El empate a escaños en la segunda posición no es sábana que cubra el desastre del PSOE: el partido que logró aglutinar el apoyo de más de medio millón de gallegos entre el 2005 y el 2009 sólo cuenta hoy con la mitad, se ve superado en papeletas por En Marea-Podemos y hay que bucear hasta 1981 para encontrar en sus anales un resultado peor, con la candidatur­a de Francisco Vázquez, que cosechó 193.456 votos.

Y así, con aquellas luminarias y estos fuegos, el 26 de septiembre volvemos a la casilla del 2, cuando se quedó varada la ficha de la gobernabil­idad de España. En nada varió el domingo la aritmética del Congreso de los Diputados, pero los factores anímicos y medioambie­ntales también son importante­s en política. Aunque sólo fuera por precaución, tendrían que andar todos los políticos españoles con un ejemplar de Ensayo sobre la lucidez bajo el brazo. En esta novela, del escritor portugués José Saramago, los habitantes de la capital de un país sin nombre convocado a elecciones municipale­s deciden votar masivament­e en blanco, más del setenta por ciento. Repetidas las elecciones para reconducir hasta el redil a la grey descarriad­a, el voto en blanco alcanza el ochenta y tres por ciento. No les cuento lo que sigue para no arruinarle­s el placer de la lectura. Pero, como los atónitos gobernante­s de Saramago, nuestros políticos parecen empeñados en retorcer el cuello del pollo hasta conseguir que a la tercera cante como un gallo.

El 26 de septiembre volvemos a la casilla del 2, cuando se quedó varada la ficha de la gobernabil­idad de España

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