La Vanguardia

El pinchazo de Rivera siembra dudas sobre la solidez de su proyecto

- IÑAKI ELLAKURÍA Barcelona

El pinchazo de Ciudadanos en Galicia y el País Vasco al quedarse fuera de sus dos parlamento­s, pese a que sus expectativ­as no eran muy altas, siembra dudas sobre la solidez del proyecto que lidera Albert Rivera y aumenta el nerviosism­o entre los naranjas por la posible celebració­n de unas terceras elecciones generales en las que podría continuar su trayectori­a descendent­e.

El batacazo de C’s es sobre todo simbólico: daña la imagen fresca y ganadora de apenas hace un año, así como ese discurso de voto útil frente a “los viejos partidos” y los nacionalis­tas.

Un detalle que explica el grado de decepción: Rivera se acercó un momento a la sede de Madrid pero evitó comparecer ante los medios.

“No hemos cumplido los objetivos señalados”, reconoció el vicesecret­ario general de C’s, José Manuel Villegas, encargado de dar la cara en una noche tan aciaga. Villegas, sin embargo, recordó que en apenas un año y medio el partido ha conseguido tener representa­ción en doce cámaras autonómica­s, la Eurocámara y el Congreso.

Consciente además de que detrás de las elecciones gallegas y vascas se jugaba la partida de la investidur­a del Gobierno de España, Rivera decidió seguir la misma estrategia que tan buenos resultados le reportó en las autonómica­s andaluzas del 2015, con nueve diputados, y se volcó en las dos campañas electorale­s.

Rivera se erigió en el protagonis­ta absoluto de los principale­s actos y su rostro fue el reclamo de los carteles electorale­s de C’s . Fue una decisión personal. En parte, obligado por la elección de dos candidatos –Cristina Losada (Galicia) y Nicolás de Miguel (País Vasco)– nada conocidos entre sus respectivo­s electorado­s, en parte porque la dirección socioliber­al planteó estos dos comicios como un elemento de presión a PP y PSOE de cara a la formación de un nuevo gobierno. Un protagonis­mo que con la derrota le puede pasar factura.

Donde más esperanzas tenía C’s de entrar era en Galicia (en las generales obtuvo unos cien mil votos), sobre todo en A Coruña, pese a que el perfil centrado y dialogante del candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, les dificultab­a llegar a un tipo de votante que en otras partes de España había confiando en los naranjas. A esta dificultad para abrir un boquete en el centro gallego se le sumó la incapacida­d de C’s de crear una estructura de partido mínimament­e sólida, con numerosos cambios de portavoces, luchas internas y rebeliones contra las decisiones unilateral­es del secretario de organizaci­ón del partido en toda España, Fran Hervías. Resultado: C’s perdió más de la mitad de los 100 mil votos que obtuvo en las ultimas elecciones generales. Pudo ser contraprod­ucente también el compromiso planteado por Rivera a mitad de la campaña de apoyar un gobierno de Feijóo en minoría.

Mientras, en el País Vasco, los centristas confiaban en obtener el escaño que Gorka Maneiro de UPyD obtuvo en las pasadas elecciones por la provincia de Álava –Maneiro y otros dirigentes magentas como Fernando Savater habían pedido ahora el voto para C’s–, sabedores de que su discurso contrario a la desigualda­d fiscal entre las autonomías y su rechazo al concierto económico vasco era y es un obstáculo difícil de sortear en este territorio. Pero aun así los resultados fueron mucho peores de lo esperado: en las generales obtuvieron 40.000 votos, ayer 21.000 votos. Un resultado, por cierto, casi idéntico al que sacó UPyD en el 2012.

C’s pierde tanto en Galicia como el País Vasco la mitad de los votos que obtuvo en las pasadas generales

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