El colega de Spike Lee
Resulta sorprendente, vista su fecunda y destacable filmografía, que a Bill Nunn no le diera por entrar en el mundo de la interpretación hasta los 35 años. Se había graduado en Filología Inglesa por la Universidad de Morehouse, en Atlanta, una de las más prestigiosas del país para estudiantes negros y de donde habían salido alumnos tan ilustres como Martin Luther King o, en el mundo interpretativo, Samuel L. Jackson.
Sin embargo, Noon no buscaba carrera en el mundo del cine. Su vida estaba centrada en la enseñanza y la escritura. Fue uno de sus compañeros de estudios, Spike Lee, quien le animó a participar con un pequeño papel en su nueva película. Lee acababa de sorprender a la crítica con su debut, Nora Darling. Y aunque esa nueva película, Aulas turbulentas, fue una decepción, Lee no dejó de destacar que el carisma de Noon en pantalla resultaba innegable y que tenía una capacidad innata para la interpretación.
Ambos factores y la insistencia de Lee le animaron a participar en el siguiente proyecto cinematográfico del director: Haz lo que debas (1989). Nunn era Radio Raheem, el personaje que acaba desencadenando la revuelta callejera que es la apoteosis de la historia. El enorme éxito de la película catapultó la carrera tanto del director como del actor.
No tenía fuste de protagonista, pero su carrera como secundario no hizo más que engrandecerse. En las entrevistas sorprendía al reconocer que sus estudios de interpretación no existían. Se basaba en su intuición y en los consejos que el director o sus compañeros pudieran darle. Funcionaba a la perfección tanto en papeles dramáticos como en comedias. Se dio cuenta de que había nacido para esto y no hacía más que agradecer a Lee que le hubiera dado la oportunidad de entrar en una profesión que adoraba.
En los siguientes veinte años interpretó medio centenar de personajes. Fue el entrenador personal de Harrison Ford en A propósito de Henry (1991), el protector de la cantante metida a monja que interpretaba Whoopi Goldberg en Sister Act (1992) o el matón que acompañaba a Andy Garcia en Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto (1995).
Con una envergadura de casi dos metros, su físico le hacía especialmente adecuado para personificar agentes de policía o guardaespaldas, pero los hizo tan variados que nunca se encasilló. Papeles como el detective de Al cruzar el límite (1996), donde salía airoso del duelo actoral entre Hugh Grant y Gene Hackman –dos doctores con un terrible secreto–, o el colega de Morgan Freeman en El coleccionista de amantes (1997).
También se arriesgó con papeles muy alejados de su registro, como cuando interpretó al padre adoptivo de Tim Roth en La leyenda del pianista en el océano (1998), la interesante incursión del director italiano Giuseppe Tornatore en el mercado americano.
Pero sin duda en este siglo el papel por el que más se le recuerda es el de Robbie Robertson, el redactor jefe del diario donde trabaja el protagonista en las tres películas de Spiderman que hizo Sam Raimi entre el 2002 y el 2007.
El intérprete, que llevaba largo tiempo luchando contra el cáncer, falleció el sábado a los 63 años en su ciudad natal, Pittsburg (Pensilvania).
Su mentor Spike Lee anunció la noticia en las redes sociales, donde recordaba con pesar a quien fue su “gran amigo y compañero de clase”.