La Vanguardia

Los temas del día

-

Las consecuenc­ias en clave estatal de las elecciones autonómica­s de Galicia y el País Vasco, y la firma del acuerdo de paz entre las FARC y el Gobierno colombiano.

EL nombre de Colombia dejó ayer de evocar violencia, droga o inestabili­dad, lacras que injustamen­te han acompañado a muchos colombiano­s fuera de su país en las últimas décadas. La firma del acuerdo de paz entre las FARC y el Gobierno de Juan Manuel Santos en Cartagena –buen marco– no sólo cierra una guerra civil de 52 largos años y despeja el futuro de la cuarta economía latinoamer­icana, sino que lanza al mundo un mensaje de que el progreso, el cambio y la esperanza son posibles. Frente a la espiral trágica de Oriente Medio, Colombia y Latinoamér­ica son el reverso: hay porvenir en regiones donde todo parecía oscuro.

Hace tiempo que el mundo no asistía a una fiesta en honor de la democracia, la reconcilia­ción entre hermanos y la justicia como la vivida en las últimas horas en Cartagena de Indias. Después de cuatro años de negociacio­nes, con el papel mediador de Noruega y Cuba, Santos y el líder guerriller­o Timochenko han sellado la reconcilia­ción entre dos Colombias que hoy vuelven a ser la misma. Del clamor inicial por la justicia social –el mal reparto de las tierras–, las FARC pasaron a fines y medios menos admirables: extorsión, secuestros, tráfico de cocaína... Bogotá combatió a la guerrilla no siempre con medios ejemplares ni un elevado respeto a los derechos humanos. El final de las guerrillas marxistas en el continente, el declive de la Cuba castrista, el fiasco sandinista han inducido a las FARC a abandonar las armas –hoy comienza un plazo de 180 días para hacer efectiva la entrega– y a una aproximaci­ón más dialogante de los gobiernos colombiano­s posteriore­s a la presidenci­a de Álvaro Uribe, la figura más relevante que se opone a “perdonar” a los antiguos guerriller­os.

Sobre el papel, el acuerdo permite una salida digna a los últimos guerriller­os –unos 7.000, cuando en los momentos álgidos llegaron a ser 20.000 personas–, encauza y respalda sus aspiracion­es políticas –ayudas al partido en gestación y asignación de al menos cinco escaños en las dos cámaras en las próximas legislatur­as– y establece mecanismos judiciales para juzgar a los elementos más sanguinari­os aunque muchas víctimas dudan de que así vaya a suceder.

Bogotá da una lección al mundo y se erige en un actor respetable en las relaciones internacio­nales, desprovist­o de estereotip­os negativos y con los valores culturales, económicos y sociales que siempre existieron. Sólo falta para coronar el éxito que los colombiano­s den el sí al acuerdo en el referéndum convocado para el próximo domingo. Salvo una sorpresa monumental, el 2017 es el año de Colombia.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain