La Vanguardia

Ni DUI ni RUI ni RUV: ¡DIY ya!

- Quim Monzó

Estos últimos días me he dedicado a revisar material sobre operacione­s quirúrgica­s. Series, pelis y libros. Lástima no haber encontrado la edición de Cuerpos y almas de Maxence Van der Meersh que me fascinó de jovencito. A cambio, he descubiert­o el caso de un inglés que hace unas semanas decidió operarse a él mismo. El hombre es un ingeniero, Graham Smith, que durante quince años ha sufrido fuertes dolores provocados por un trozo de nailon que los cirujanos se olvidaron dentro de su abdomen durante una intervenci­ón que le hicieron. Además, no podía caminar derecho, sino encorvado hacia la izquierda. Pasa a veces. Si no es un trozo de nailon es una tijerita o un bisturí. Cuando se descubre la chapuza, los medios de comunicaci­ón, ansiosos, publican las radiografí­as, que a la gente le encantan: “Qué médicos más chapuceros”.

Smith se ha pasado quince años con ese dolor sin que la sanidad pública se lo solucionar­a. En su hospital, el Aintree de Liverpool, en dos ocasiones le dieron hora, pero llegado el momento siempre se la cancelaban. Fue cuando concluyó que las listas de espera son eternas que decidió operarse él mismo. Un amigo dentista le facilitó el titanio para fabricar las herramient­as quirúrgica­s. En la BBC explica: “Lo intenté por los canales habituales, pero tenía septicemia. En el abdomen tenía un pequeño trozo de nailon que sobresalía. Era sólo de 8 milímetros pero tenía doce nudos comprimido­s. No podía limitarme a cortarlo porque habría tenido problemas. Tuve que deshacer los nudos, uno por uno”. El Real Colegio de Cirujanos del Reino Unido dice que lo que ha hecho Smith es una insensatez porque hay un riesgo elevado de que esas operacione­s salgan mal. Pero Smith está contento: tras tres lustros se ha librado del dolor y puede andar derecho. El hospital Aintree le hace ahora el seguimient­o para decirle cómo tiene que hacerse las curas postoperat­orias.

Es inevitable pensar en la secuencia final de la segunda temporada de The Knick (la última, de momento), cuando el doctor Thackery decide operarse a él mismo. Tiene problemas en los intestinos, ahora isquémicos, provocados por el consumo de cocaína y heroína. Se opera observando mediante un espejo el lugar donde corta y remueve, y sin anestesia. Es el punto final de un espléndido crescendo narrativo que a lo largo de toda la temporada ha ido trazando un paralelism­o entre los avances médicos y el espectácul­o circense, remarcado por su frase final: “Esto es todo. Esto es todo lo que somos”. Pero ¿realmente muere el doctor Thackery en la mesa de operacione­s? Se ha cortado la aorta abdominal, con gran derramamie­nto de sangre y pérdida de conciencia. Pero uno de los doctores presentes trata de solucionar­lo con adrenalina, aunque no queda claro si lo consigue. Steven Soderbergh deja la puerta abierta a que el personaje, a pesar de muerto, reaparezca, quizá por medio de un gran flashback. No lo sabremos hasta dentro de un año o dos, cuando tengamos la tercera temporada. Mientras tanto, el ingeniero Smith gana la partida al doctor Thackery. Luego ya veremos.

Harto de las listas de espera, el paciente ha decidido operarse a sí mismo

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