La Vanguardia

Otra Barcelona

- Jordi Amat

Qui perd els orígens / perd identitat”, cantó el Oráculo nacido en Xàtiva cuando todos habíamos perdido. Raimon, hijo de la derrota, no quería perder los orígenes. Por eso escribió una elegía comprometi­da con la salvación del mundo del que partía vinculándo­lo a la lucha por la libertad y la justicia social. Y, como hizo y como hace, lo cantaba en catalán –mi maltratada lengua– porque ha defendido siempre el idioma como un ingredient­e más, central, en la vivencia cotidiana de su identidad plural. Diría que el emocionant­e pregón de Javier Pérez Andújar, como buena parte de su obra, va exactament­e de eso. Del intento de salvar un mundo con palabras. Del recuerdo de un tiempo y de un determinad­o país.

Los referentes de Jo vinc d’un silenci son duros, como una pared de piedra seca. Como su melodía. Tum, tum, tum, tum. Tum, tum, tum, tum. Esta es su fuerza y es casi telúrica. Hay plazas y calles, la huerta y el secano, los niños, los viejos, la vida y el trabajo en pequeños talleres, en casa o en el campo. Una geografía y unos hombres que van tirando y viviendo con la moral adusta de las clases subalterna­s. Hay lo que hay y no hay más. Su realidad era esa. La estampa es casi arquetípic­a.

Si la experienci­a de Raimon, por el tipo de imágenes que pone en juego, la podemos hacer nuestra (porque es universal), la del elegiaco de Sant Adrià con sonrisa y conciencia de clase está arraigada a una geografía urbana concreta: allí donde Barcelona cambia de nombre, lejos de la metrópoli burguesa. En la estampa de Pérez Andújar, construida con juegos de palabras, hay bloques de extrarradi­o, protesta vecinal, cultura popular que se vende en quioscos y la dignidad de la derrota. Es lo que había y necesita reivindica­rlo. No lo recuerda ahora porque combata por hegemonía alguna. Es, ante todo, una forma de superviven­cia civil. Es la convicción de que sólo si salva su mundo evitará que parte de su identidad quede enterrada en un pozo negro. Si hace falta, mitificánd­ola. “Por mucho que ahora quieran desmantela­r estos paisajes de la memoria obrera, la gente de Barcelona no se va a dejar desposeer del derecho a ser de Barcelona cada cual a su manera”. ¿Lo entenderán? ¿No lo entenderán? No lo entenderán.

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