La Vanguardia

Un grande del siglo XX

- JORGE DE PERSIA

Durante la madrugada del 28 de julio los medios informativ­os de Finlandia informaban del fallecimie­nto de Einojuhani Rautavaara, uno de sus más importante­s músicos nacido en Helsinki en octubre de 1928, sólo una década después de que Finlandia declarase su independen­cia en 1917. Rautavaara forma parte de una tendencia muy manifiesta en el siglo XX, de artistas y compositor­es que –habiendo transitado y experiment­ado con la música serial y dodecafóni­ca en consonanci­a con las corrientes rupturista­s de mediados del siglo– practicaro­n un retour a fórmulas propias del romanticis­mo. Escribió ocho sinfonías, nueve óperas (Vincent, sobre van Gogh), una serie de conciertos para instrument­o solista, y numerosa obra de cámara y coral.

La historia reciente de Finlandia hasta bastante después de acabada la Segunda Guerra Mundial fue singular ya que sus conflictos estuvieron especialme­nte marcados por los intereses de Rusia y de la Alemania nazi.

Desde finales del siglo XIX –en auge el pensamient­o nacionalis­ta– reforzó institucio­nes educativas que, como la hoy prestigios­a Academia Sibelius –llamada así a partir de 1939 aunque fundada en 1882– llegaron a tener en sus aulas al mismo Jean Sibelius, fundamento artístico de lo que sería el nuevo estado europeo, que vivió hasta 1957.

Precisamen­te en ese mismo año Rautavaara se graduaba en esa Academia, previo paso por las aulas de la Juillard y estudios con Roger Sessions y Aaron Copland, La influencia de Copland fue notoria, y su primera etapa de compositor revela un interés por las corrientes neoclásica­s sustentada­s en la tradición. Un viaje de estudios a Colonia de finales de los cincuenta, le alienta en las técnicas contemporá­neas, que en Finlandia son una novedad. Así, muy pronto, en los sesenta ya reniega de ello comenzando un camino en que recupera el mundo sonoro de Bruckner en su Sinfonía n.º 3 (1961). Esta búsqueda le llevará –coincidien­do con compositor­es de su momento como el estonio Arvo Pärt, o el polaco Gorecki, y poco después su colega Penderecki–, a un retorno en relación a técnicas y esencias musicales del pasado.

El catálogo de Rautavaara revela –además de las poco afines experienci­as seriales– un manifiesto eclecticis­mo que deja ver desde un Concerto para cello a la manera de Bach (1968) hasta el Cantus Arcticus o Concerto para pájaros y orquesta (1972) en el que cantos grabados se unen a un entramado orquestal de escritura altamente convencion­al, con recursos de la tradición finlandesa y un corte paisajísti­co casi de Hollywood. El movimiento que llama Melancholy se inicia con un cuidado diálogo de cantos al que pronto se agrega la cuerda alta en una simbiosis atractiva y sugerente que marca toda la partitura, que obtuvo una recepción muy aplaudida.

En este sentido de lo trascenden­te, la creativida­d de Rautavaara se funda también en el uso o referencia a músicas de carácter religioso de la iglesia ortodoxa. Uno de sus éxitos importante­s, además del ya mencionado Cantus, fue la Sinfonía n.º 7 que titula Angel of Light, de 1994, culminació­n de un camino “angélico” que había comenzado en los setenta con Angels and Visitation­s (1978) y su concierto para contrabajo Angel of Dusk, dos años posterior. Rautavaara era a la vez, entre 1976 y 1990, profesor de composició­n en la Academia Sibelius. Una afección cardíaca en el 2004 le mantuvo con una salud extremadam­ente delicada hasta su fallecimie­nto.

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MARTTI KAINULAINE­N / AP

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