Homenaje en Roma al filósofo George Santayana
No es muy habitual que se rinda homenaje a un filósofo. Eso ocurrió ayer, en el monumental cementerio del Verano, en Roma, con Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás (más conocido como George Santayana), fallecido hace 64 años en la capital italiana. La reciente restauración de la lápida de su tumba fue la excusa para recordar a un singular pensador, a caballo entre Europa y Norteamérica, que se relacionó con los grandes intelectuales de su tiempo y cuyos libros –en especial sus memorias, El último puritano (1935)– fueron éxitos de ventas.
“España es un país que tiene fama de ingrato y creo que es justo y necesario que en un día como hoy le recordemos”, afirmó el embajador de España ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, en un acto organizado conjuntamente con el Instituto Cervantes de Roma. El embajador recordó la cita más famosa de Santayana, del primer volumen de La vida de la razón, en la que advertía que “quienes no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”.
Santayana (1863-1952), hijo de un diplomático español y de una viuda de origen catalán afincada en Boston, nació en Madrid pero se crió y se formó en Estados Unidos. Estudió en Harvard y luego fue profesor en esa misma universidad. Tuvo entre sus alumnos a T. S. Eliot, Gertrude Stein y Walter Lippmann. Santayana escribió toda su obra en inglés y la firmaba como George. En 1912, tras cobrar la herencia de su madre, abandonó Harvard y Estados Unidos y vivió el resto de su vida en Europa. El filósofo ayudó económicamente a Bertrand Russell, pese a sus divergencias ideológicas.