La Vanguardia

Un futuro por conquistar

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España ha sido uno de los países más avanzados en la aplicación del derecho internacio­nal, con procesos emblemátic­os como la persecució­n de Augusto Pinochet y de los dictadores argentinos, acusados de la desaparici­ón de los opositores. De hecho, aquí fue juzgado el militar Adolfo Scilingo, condenado por sus crímenes durante la represión en Argentina. Sin embargo, la proliferac­ión de causas provocó problemas diplomátic­os al Gobierno, en especial con China por su actuación en el Tíbet, y eso desembocó en una reforma del año 2009 que cercenaba las posibilida­des de actuación de los tribunales españoles. Así lo reconoce José Ricardo de Prada: “La reforma ha castrado mucho; hay dificultad­es para actuar incluso cuando las víctimas son españolas, y eso que la aportación de España ha sido trascenden­tal. Aún quedan ciertas posibilida­des”. Entre ellas está la oportunida­d de perseguir a los victimario­s del obispo Ignacio Ellacuría, asesinado junto con otros cinco sacerdotes en la guerra de El Salvador, en 1989. Estados Unidos concedió a España la extradició­n de uno de los participan­tes, el excoronel Orlando Montano. Y en enero se juzgará en la Audiencia Nacional a Carlos Vielman, exministro de Gobernació­n de Guatemala, por crímenes internacio­nales. “Pero soy optimista. Mi experienci­a es que se crea una jurisprude­ncia internacio­nal y que se hacen esfuerzos”, relata De Prada, “aunque hoy los efectos sean limitados”. “Por ejemplo –añade–, son muy importante­s las declaracio­nes de la fiscal de la Corte Penal Internacio­nal para ampliar estos crímenes a los delitos medioambie­ntales”. La Fundación Simon Wiesenthal no cierra el capítulo del Holocausto y todavía busca si queda algún nazi vivo, si no para juzgarlo, sí para recordar lo que hicieron. Nuremberg fue el principio del derecho internacio­nal, pero también es un futuro por conquistar.

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