La Vanguardia

La ‘quinta del biberón’ dispara emoción

El público dedica en pie una ovación enorme a ‘In memoriam’, la apertura de Temporada Alta a cargo de Lluís Pasqual

- Justo Barranco Girona

Ovación atronadora. Con el público en pie. Una ovación larga y sentida que dejaba escapar la enorme emoción acumulada en el último tramo del espectácul­o que abría anoche el festival Temporada Alta: In memoriam. La quinta del biberó, dirigido y creado por Lluís Pasqual y seis jóvenes actores tras recoger los testimonio­s de los nonagenari­os supervivie­ntes de aquella leva de chiquillos de 17 años a los que llevaron a una carnicería en la batalla del Ebro. Una vivencia, con carnicería final, que anoche inundó por momentos de energía y humor el Teatre Municipal de Girona –desde el 14 de octubre se podrá ver en el Lliure de Montjuïc–, pero que a partir de cierto punto provocó un palpable silencio en la sala, apenas interrumpi­do aquí y allá por los síntomas evidentes de unas lágrimas emocionada­s.

Porque Lluís Pasqual, contando el recorrido de estos jóvenes desde que son llamados a filas y van a alistarse al desastrado ejército republican­o y hasta que se entrenan pobremente con escobas y acaban en las trincheras al otro lado del Ebro, de donde tantísimos no volverán, quería crear una ceremonia civil en homenaje a unos adolescent­es –entre ellos su propio tío– que fueron a sacrificar sus vidas para hacer tiempo e intentar que estallara la Segunda Guerra Mundial. “Resistir es vencer”, se le oye decir a Francisco Negrín en sucesivas ocasiones durante la obra– y que las potencias democrátic­as tuvieran que intervenir en España. Y no sólo ha logrado una ceremonia civil –en la que no faltó siquiera un minuto de silencio en homenaje a aquellos luchadores–, sino que ha logrado también dar sentido a aquellos jóvenes que, algunos desde el principio, otros a medida que ven cómo van avanzando los acontecimi­entos, se dan cuenta del absurdo inmenso en el que están metidos. El de esa lucha concreta, pero también el de la guerra en general, y el de la vida y la muerte.

Un absurdo y un dolor que se van generando poco a poco en escena, con seis jovencitos repletos de la energía de su edad –y, también repletos, en silencio y a veces sonorament­e, de mucho miedo– peleándose en la trinchera como unos chavalines, hablando del placer de poder fumar, yendo a una fiesta a Tortosa, emborrachá­ndose, pasando frente a una casa de prostituci­ón repleta de

El recorrido de los seis jóvenes desde el alistamien­to hasta la derrota causó honda impresión en el público

soldados a la espera, riéndose del enemigo, que no tiene papel de liar. Y luego, contando el trato terrible que reciben, el pánico que crean los comisarios políticos, el hambre, los fusilamien­tos entre las propias filas, el dolor y el absurdo de matar a alguien, el dolor y el absurdo de morir, de perder una pierna, el horror de las cárceles de Franco o la penuria de los campos de concentrac­ión de Argelès. Historias que nadie desconocía pero que en el fondo la gente sólo conoce y, que, tras ver este espectácul­o, puede comprender profundame­nte. Con dolor seco y con mucha y profunda emoción.

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ROS RIBAS Una escena de In memoriam. La quinta del biberó, de Lluís Pasqual, que ayer abrió Temporada Alta
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