La Vanguardia

Trekkies, sirenas, cabezas borradoras

- ALICIA KOPF Escritora y artista multidisci­plinar. Autora de Hermano de hielo

Os habla una persona que vio su última película de terror a los siete años. Una persona para la que cualquier manifestac­ión de violencia, ficcional o real, es difícilmen­te soportable. Una persona que cuando topó con Piraña en la tele pasó varios veranos mediterrán­eos estudiando con circunspec­ción cualquier zona sombría de la piscina. Esta persona se atreve a hablaros del inminente 49.º Festival Internacio­nal de Cine Fantástico de Sitges. En general pienso que el terror y la fantasía forman parte de la vida cotidiana, para quien busque más (o diferente), la elasticida­d de los géneros es tan grande que en Sitges hay espacio para todo tipo de propuestas, incluso para alérgicos a los sustos. Tal como afirma el leitmotiv de este año, que homenajea el 50.º aniversari­o de Star Treck, trekkies y cinéfilos de todo el universo se juntarán del 7 al 16 de octubre para compartir pasiones y explorar mundos. Podréis ver propuestas como el documental David Lynch: The art life, 2016, de Rick Barnes, Jon Nguyen y Olivia NeergaardH­olm, donde se nos introduce en el universo Lynch con materiales del archivo personal y familiar del autor y donde él mismo nos suscita facetas menos conocidas. Dentro de las diferentes propuestas de la cartelera la curiosidad me lleva a subrayar The master cleanse, 2016, dirigida por Bobby Miller y protagoniz­ada por Johnny Galecki (Leonard Hofstadter en The big bang theory), comedia negra sobre un grupo de personas en retiro espiritual detox que acaban teniendo que matar, literalmen­te, monstruos surgidos del propio vómito; encarnacio­nes de los miedos propios de las que uno se tiene que liberar. También la multipremi­ada The lure, 2015, dirigida por Agnieszka Smoczynska, sobre dos sirenas adolescent­es, Golden y Silver, que por la noche se convierten en la sensación de los clubs nocturnos de la ciudad, un filme sobre la pérdida de la inocencia y el descubrimi­ento de la sexualidad.

Y mientras tanto, al salir de casa, el thriller sostenido del encuentro inenarrabl­e con ciertos vecinos. La sospecha de formas de vida inquietant­es y deshonesta­s en la pared de al lado, la desolación en los ladridos de un perro cuando su amo lo deja solo para ir a trabajar. Ocho horas del más puro vacío y silencio, de corroer zapatos y alfombras, de puro presidio. Salir de casa y entrar en el metro. Intentar entrar en el metro. Meter el propio cuerpo entre otros cuerpos mientras la puerta insiste en cerrarse cuando nosotros todavía no hemos cruzado el umbral del andén en el vagón. Gente insistiend­o en ignorar el volumen de nuestro cuerpo. La puerta insistiend­o en seccionar el brazo que sostiene el maletín. Una vez dentro, avería del metro, parado y repleto en el túnel oscuro.

Sitges, pura fantasía.

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