Un mesías contra la muerte
Aefectos del festival de Sitges y empezando por el final, Max von Sydow (Escania, Suecia, 1929) es una de las más recientes y sonadas –aunque brevísimas– incorporaciones al más relevante universo del fantástico: Star wars. Episodio VII. El despertar de la fuerza
(2015). Una aparición con frase como la de Von Sydow como Lord San Tekka en el inicio del Episodio
VII les serviría para firmar camisetas y fotos toda la vida. Pero este actor fetiche y amigo de Ingmar Bergman –juntos y jovencitos montaron La gata sobre el tejado de
cinc, de Tennessee Williams– ya hacía décadas que había fijado su rostro en el imaginario fantástico. Fue con sendas, desafortunadas entonces y de culto hoy, producciones de Dino De Laurentis: Flash
Gordon (1980), de Mike Hodges, y Dune (1984), de David Lynch. Pero en el currículo de este actor de casi dos metros hay muchas más incursiones en el cine fantástico, mágico, legendario, de ciencia ficción o de terror. De hecho, ser el caballero que pugna con la Muerte en una
partida de ajedrez en El séptimo
sello (1957), de Ingmar Bergman quizá sea su fotograma más icónico, una indiscutible imagen para la historia del cine. Pero fue su Jesucristo en La historia más grande jamás contada (1965), de George Stevens, un acontecimiento planetario, el que le abrió las puertas de Hollywood, a cuyas carantoñas llevaba resistiéndose unos añitos. Se fue allí y logró otro impacto de similares dimensiones, hasta el punto de cambiar la historia del género de terror, metido en una sotana y aportando su enigmático rostro al malhadado padre Kerrin, en El exorcista (1973), de William Friedkin, la película que marcaría el inicio del esoterismo religioso como novísimo subgénero del terror y sin la que serían inconcebibles títulos posteriores como La profecía (1976) de Richard Donner, o Poltergeist (1982), de Tobe Hooper. De El sétimo sello a El exorcista, pasando por La historia
más grande..., Max von Sydow acabó ilustrando el antes, el durante y el después de las tensiones teológicas que presidieron el Concilio Vaticano II. De la misa en latín y la ortodoxia del Nuevo Testamento, a la guía detallada del exorcismo y la eucaristía con sones de Simon y Garfunkel, por así decir. Su poderoso timbre de voz, que hoy podemos escuchar en el videojuego The elder scrolls V: Skyrim, también fue el alma narrada del continente, en la poderosa Europa (1993), de Lars von Trier, y prestó su estatura y firmeza de figura de autoridad a la distopía de Phillip K. Dick Minority report (2002), de Steven Spielberg. Bien mirado, Sitges estaba en deuda.