Pisa muestra el Dalí obsesionado con la inmortalidad, renacentista y místico
La ciudad italiana expone cuatro obras inéditas de la última época del pintor
La obra de Salvador Dalí es tan rica y compleja que aún permite descubrimientos novedosos para seguir maravillándose. Eso pretende la exposición abierta ayer al público en Pisa, en el bello Palazzo Blu, en la orilla sur del Arno. En Dalí, el sueño del clásico –hasta el 5 de febrero del 2017–, se insiste en la estrecha relación del pintor ampurdanés con Italia y el Renacimiento y se muestran cuadros de la última época del artista, en los años ochenta del siglo pasado, incluidos cuatro trabajos nunca expuestos, que confirman su admiración por los maestros clásicos, como Miquel Ángel y Velázquez, su pulsión mística y su obsesión por la inmortalidad.
“A una persona que ya conoce a Dalí, esta exposición le ayudará a ver un Dalí diferente y será un aliciente para profundizar en otros Dalís; le sonarán elementos iconográficos, pero descubrirá otro Dalí, con esa atmósfera misteriosa, y también una fase muy poco conocida y poco estudiada”, declaró a este diario Montse Aguer, directora del Museo Dalí de Figueres y de la Fundación Gala-Salvador Dalí, que ha sido la comisaria de la muestra.
La mayor parte de las 150 obras expuestas en Pisa proceden del museo de Figueres y del de Saint Petersburg, en Florida, así como un cuadro –La Trinidad (1960)– cedido por los Museos Vaticanos. A plasmar el proyecto Dalí, el sueño del clásico han ayudado múltiples instituciones, desde el Ministerio de Cultura italiano hasta la embajada de España en Italia. Se realizó incluso una presentación especial en Roma, la víspera de la inauguración, en la espectacular sede de la Real Academía de España, sobre la colina del Janículo.
En Pisa pueden verse cuatro óleos relacionados con el periodo daliniano denominado de “misticismo atómico”. Fue fruto del impacto que causó en el artista la explosión de las bombas atómicas, de sus reflexiones sobre la descomposición de la materia y de su afán por fusionar los conceptos de fe, ciencia y arte. También está presente en el Palazzo Blu otro cuadro paradigmático del universo daliniano, A la búsqueda de la cuarta dimensión (1979)
El grueso de las obras expuestas son los dibujos –en su mayoría acuarelas– que Dalí hizo para ilustrar una edición de la Divina comedia, de Dante, entre 1959 y 1963, y otras ilustraciones que realizó para la Autobiografía de Benvenuto Cellini, en 1945. En ambos casos se pone de manifiesto el estrecho vínculo de Dalí con el Renacimiento italiano. Tras ser expulsado del movimiento surrealista, el pintor ampurdanés reforzó su defensa de lo clásico y se consideró a él mismo como el precursor de una nueva era renacentista.
Una de las obras más representativas e importantes expuestas en Pisa es Eco geológica (1982), inspirada en La Piedad, de Miguel Ángel. Es un claro ejemplo de cómo Dalí logra reinterpretar al maestro clásico, incorporando siempre su visión vanguardista e innovadora, transgresora y poética. Se trata de una virgen que tiene ventanas en su cuerpo, desde las cuales ve a Cristo y también se atisban otros mundos. En esta creación volumétrica están siempre presentes el horizonte de Cadaqués, el mar y el emblémático islote Cucurucuc.
Los cuatro cuadros inéditos –y sin título–, de los años ochenta, dan una nueva vida, sorprendente, a obras de Miquel Ángel como el Moisés de la tumba de Julio II o el Cristo de la Piedad de Palestrina. Dalí cierra así un círculo vital. Como recordó Aguer, ya en 1919, cuando Dalí tenía 15 años, escribió con admiración en la revista del instituto de Figueres sobre Miquel Ángel, Leonardo Da Vinci, El Greco y Velazquez. “Y al final vuelve a Miquel Ángel porque a través de figuras tan potentes nos puede decir todo lo que siente –señaló la comisaria–. Creo que es un canto al artista total, a la pintura, un canto al arte. Dalí pensaba que el arte y la ciencia, combinados, pueden llevar a la inmortalidad”.
“Sus obras finales, en las que vuelve a Miguel Ángel, son un canto al artista total”, dice Montse Aguer