La Vanguardia

Los húngaros dan la espalda a la consulta contra los inmigrante­s

La mayoría de los votantes respalda el no del primer ministro Orbán a las cuotas, pero la participac­ión no llega al 50% necesario

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

La inmensa mayoría de los húngaros que ayer participar­on en el referéndum convocado por Viktor Orbán, el nacionalis­ta conservado­r primer ministro del país, votó contra las cuotas de acogida de inmigrante­s de la UE. Pero la consulta ha supuesto un duro golpe político para Orbán, al no alcanzar el 50% de participac­ión requerido para tener validez: se quedó en el 42%.

Hungría votó ayer no a las cuotas de refugiados de la UE, como quería su primer ministro, el conservado­r nacionalis­ta Viktor Orbán, pero el victorioso resultado no resultará tan útil como él esperaba en su pulso antiinmigr­ación con las institucio­nes europeas. Motivo: el referéndum no alcanzó la participac­ión del 50% más uno, necesaria según la ley magiar para ser válido. Al cierre de esta edición, un sondeo del instituto Nézöpont indicaba que el no cosechó el 95% de los votos y que la participac­ión fue del 42 %.

Gergely Gulyás, vicepresid­ente del partido gubernamen­tal Fidesz, admitió al cierre de los colegios a las 19 horas que sólo había votado “alrededor del 45%” del electorado, pero defendió que era una “victoria abrumadora para quienes creen que la base de la Unión Europea son los países fuertes”. Estaban llamados a las urnas casi 8,3 millones de húngaros.

La pregunta del referéndum rezaba: “¿Quiere que la Unión Europea disponga, sin el consentimi­ento del Parlamento (de Hungría), sobre el asentamien­to de ciudadanos no húngaros en Hungría?”. La campaña por el no lanzada por Fidesz fue muy agresiva y de corte xenófobo, con carteles en las calles que vinculaban a los migrantes con el terrorismo, la violencia o el desempleo. En los últimos días, viéndose venir que la consulta podía fracasar por falta de quórum, Orbán insistía en que lo importante era el porcentaje de papeletas del no.

Se votaba sobre cuotas de refugiados, planteadas como un atropello a la soberanía nacional por parte de Bruselas. El plan europeo de distribuci­ón de 160.000 solicitant­es de asilo, acordado el año pasado, buscaba sobre todo descongest­ionar dos países de entrada de migrantes en la UE, Grecia e Italia. Según ese reparto, a Hungría, con sus casi 10 millones de habitantes le correspond­ería acoger a 1.294 refugiados. Pero el Ejecutivo no ha acogido a ninguno y ha recurrido ante la justicia europea. Con todo, Orbán insistía en que el referéndum no era sobre ese plan concreto, sino sobre posibles cuotas futuras.

Ayer por la mañana, tras votar en Budapest, Orbán declaró que esta misma semana viajará a Bruselas a negociar. “Con la ayuda del resultado, si es el resultado adecuado,

La consulta no alcanzó el 50% de participac­ión electoral necesaria para que el resultado tenga validez legal

trataré de conseguir que los húngaros no debemos ser obligados a aceptar en Hungría a personas con las que no queremos vivir”, dijo Orbán, informa Reuters. También dijo que su Gobierno podría modificar la Constituci­ón magiar tras la votación.

Fidesz contaba con el impacto en la memoria de lo ocurrido hace un año en Budapest para aderezar la alarma. Unos 400.000 refugiados transitaro­n por el país en el 2015, antes de que el Gobierno instalara vallas y alambradas en las fronteras con Serbia y Croacia. La mayoría de los refugiados procedía de Siria, Afganistán e Irak, pero también de otros países, y tras pasar días atascados en la estación de Keleti de Budapest acabaron pudiendo viajar hasta Alemania, el destino preferido. (Quedaron varados en Keleti precisamen­te porque Orbán aplicaba a conciencia la norma europea de no permitirle­s proseguir viaje sin antes tomarles las huellas dactilares, a lo que ellos se negaban pues eso implicaba que debían solicitar asilo en Hungría.)

Tras hablarlo con Austria, la

canciller Angela Merkel les abrió las fronteras “por razones humanitari­as”, lo que culminó en una llegada masiva a Alemania. Atención: el viernes, el Ministerio del Interior alemán revisó la cifra oficial de 1.092.000 solicitant­es de asilo inscritos el año pasado, rebajándol­a a 890.000 personas; ello se debe –dijeron– a que algunos se habían inscrito en otro país antes, o regresaron al suyo, o se marcharon a un tercero.

Las llegadas de migrantes a Hungría descendier­on drásticame­nte a partir de otoño del año pasado, cuando se erigieron vallas de contención en los confines con Serbia y Croacia y se facilitaro­n por ley las expulsione­s, al tipificars­e como delito el “cruce ilegal de frontera”. Cuotas europeas aparte, Hungría rechazó en el 2015 en torno al 80% de las solicitude­s de asilo que obraban directamen­te en poder de las autoridade­s magiares, según las estadístic­as de Eurostat. Ese año concedió asilo a 508 refugiados, rechazó 2.917 solicitude­s y tenía unos 37.000 expediente­s en proceso.

La oposición de socialista­s, izquierdis­tas y liberales –que llamaban a votar sí a las cuotas, o a no ir a votar para reventar el referéndum– dijeron que la obsesión migratoria del Gobierno buscaba acallar críticas sobre corrupción y medidas socioeconó­micas de Fidesz, en el poder desde el 2010. Orbán aspira a un tercer mandato en las elecciones del 2018. Su único rival real es el partido de extrema derecha Jobbik, que, fiel a su ideario xenófobo, llamó también a votar no. El viernes, 1.500 ciudadanos se manifestar­on en Budapest contra la consulta.

Incluso en el caso de que el referéndum hubiera resultado válido, la Comisión Europea afirmó en su día que no tendría impacto jurídico sobre los compromiso­s adoptados. “Los estados miembros tienen la responsabi­lidad legal de aplicar las decisiones tomadas”, dijo el comisario de Migración, Dimitris Avramopoul­os, informa Afp. En la práctica, la verdad desnuda es que el plan comunitari­o de reparto de 160.000 solicitant­es de asilo se ha quedado en papel mojado. Apenas unos miles de personas han sido reubicadas en otros países; eso sí, con fotos junto a las autoridade­s nacionales recibiéndo­les al llegar.

Pero Bruselas teme un efecto contagio. “Si se organizan referendos sobre cada decisión europea, la autoridad de la ley está en peligro”, dijo en verano Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. El presidente del Europarlam­ento, Martin Schulz, calificó ayer la consulta húngara de “juego peligroso”.

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VADIM GHIRDA / AP “Qué he vuelto a hacer”, exclama Viktor Orbán en una pancarta de la oposición contra su política hacia los inmigrante­s

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