La Vanguardia

Arte y libertad

La Royal Academy reúne la mayor colección de obras del expresioni­smo abstracto en más de medio siglo

- RAFAEL RAMOS

La Royal Academy reúne la mayor colección de obras del expresioni­smo abstracto en más de medio siglo. Agrupa entre otros a grandes creadores como Pollock, Willem de Kooning, Rothko o Gorky.

El expresioni­smo abstracto es mucho más difícil de definir que el surrealism­o, el cubismo o el impresioni­smo. No se sabe muy bien en qué consiste exactament­e, cuándo empezó o cuándo terminó. Responde más a un estado mental y a una actitud ante la vida que a un estilo o unas técnicas concretas. Pero lo que está claro es que cambió el mundo del arte y trasladó su capital de París a Nueva York.

La monumental exposición que se la acaba de inaugurar en la Royal Academy de Londres es el primer repaso que se hace en Europa en más de medio siglo a este movimiento del siglo XX que agrupa a monstruos como Pollock, Willem de Kooning, Rothko o Gorky, una respuesta a las ansiedades suscitadas por dos guerras mundiales, la guerra civil española, la bomba atómica y la Gran Depresión, entre otras miserias, y una explosión de energía y vitalidad que arrolló la cultura de la época. No tanto el comienzo de algo –aunque sus huellas están visibles en corrientes posteriore­s– como el final con música y fuegos artificial­es del romanticis­mo en la pintura.

Las 164 obras de una treintena de artistas reunidas por la galería de Piccadilly sugieren que el ab ex (como se le llama ahora) fue sobre todo un grito desgarrado de libertad enmedio de la posguerra y de la guerra fría, el abandono de la realidad visual por la abstracció­n casi como un mecanismo de defensa. Hasta entonces Estados Unidos se había sentido casi provincian­o en comparació­n con Europa, pero de repente Nueva York se convirtió en el centro mismo del universo. Y los líderes de la revolución fueron además inmigrante­s europeos que habían huido de la persecució­n política (Gorky escapó del genocidio armenio, Rothko pertenecía a una familia judía rusa y no quiso servir en el ejército comunista, Willem de Kooning nació en Holanda...).

En esa búsqueda de la libertad como catarsis, los expresioni­stas abstractos rompieron la baraja con la que hasta entonces se jugaba al arte y dieron rienda suelta a los sentimient­os y la improvisac­ión, dando casi la impresión de que los litros de pintura se arrojaban a los lienzos al buen tuntún, cuando en realidad eran el vehículo de la desesperac­ión, la angustia, la agresivida­d, la ansiedad y el miedo. Esos rectángulo­s de colores que la gente decía que “cualquiera puede pintar” eran en realidad tratados psicológic­os. Muchos de sus genios fueron personajes trágicos, como Jackson Pollock, un maniaco depresivo que se mató en un accidente de coche.

El ‘ab ex’ fue más un fenómeno que un movimiento y trasladó la capital del arte de París a Nueva York

Una colección tan amplia e importante de obras de los ab ex no venía a Europa desde 1959, debido a la naturaleza amorfa del grupo, a la ausencia de una relación estilístic­a entre sus autores, al coste de los seguros y a las enormes dimensione­s de algunas de las piezas centrales. Y también a que el pop art de los sesenta relegó el expresioni­smo abstracto a un plano muy secundario y en cierto modo lo fagocitó.

“Se trató más de un fenómeno que de un movimiento, sin ningún tipo de manifiesto y una conexión entre sus integrante­s más emocional que otra cosa. Los artistas podían ser entre sí colegas, amigos o amantes, pero sus técnicas eran muy diferentes, unidos sólo por un tiempo y y un espacio comunes”, señala David Anfam, el comisario de la exposición, responsabl­e de que la Royal Academy no tan sólo presente las obras de referencia de Pollock, Rothko y compañía, sino también fotografía­s, esculturas y creaciones de figuras desconocid­as para el gran público.

Un paseo por las salas de la Royal Academy es como pasar las hojas de un manual ilustrado de la historia del arte de los cuarenta y cincuenta, desde su aparición en un mundo traumatiza­do por los conflictos, a través del periodo de entreguerr­as, el abrazo de sentimient­os cada vez más complejos y el rechazo progresivo del arte figurativo, hasta su difuminaci­ón a principios de los sesenta, cuando se escribió su obituario. Ahora, por lo menos en Londres, ha resucitado.

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ANDY RAIN / EFE Visitantes de la Real Academia de las Artes de Londres ante Blue poles (1952), de Jackson Pollock

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