El fin de la pena de la mentira
Ramon Rovira disecciona los EE.UU. anteriores a Donald Trump
Que la actual campaña electoral en EE.UU. ha roto todos los moldes preestablecidos no es ninguna novedad. Cuando termine, el 8 de noviembre, llegará el momento en que los especialistas de este apasionante sistema político se sienten a estudiar cómo pudo un personaje como Donald Trump hacer tambalearse los cimientos de la Casa Blanca. Uno de los que ya lo han hecho, sin pretenderlo quizás, ha sido el veterano periodista Ramon Rovira, corresponsal de TV3 en Washington entre 1996 y el 2001. En su libro Gracias, Estados Unidos. Luces y sombras de la primera potencia mundial (Plataforma Actual), que sale hoy a la venta, disecciona algunos aspectos que han convertido el país en modelo para la mayoría de los estados occidentales.
En su etapa como corresponsal, Rovira –ahora director de comunicación del Banc Sabadell– vivió dos elecciones presidenciales: las que iban a reelegir a Bill Clinton y las que enfrentaron al vicepresidente Al Gore con George W. Bush. Pese a que la campaña del 2000 fue igualmente dura, no tiene nada que ver con la actual, recuerda Rovira.
“Trump es una bomba que ha roto los esquemas de una campaña electoral en Estados Unidos. Miente con tanta velocidad que los medios ya no pueden comprobar en tiempo real si sus palabras son verdad”, dijo Rovira en una entrevista con este diario. Primera diferencia: “La pena de la mentira, tan decisoria en Estados Unidos que ha hecho caer a un presidente (Nixon) y por poco tumba a otro (Clinton), ya no se aplica en la campaña del todo vale. Trump puede decir repetidamente que Obama fundó el Estado Islámico sin consecuencias”. Para combatir esto, el mayor esfuerzo lo ha hecho The New York Times, recuerda: en la noche del primer debate entre los candidatos de ambos partidos, el más seguido de la historia, la cabecera neoyorquina destinó 18 periodistas a hallar la verdad entre los argumentos de los candidatos.
Además de desgranar los ingredientes políticos y sociales de Estados Unidos, Rovira recuerda el optimismo de la generación de corresponsales en Estados Unidos después de la guerra fría y antes del 11-S, que ya no vivió. Entre sus páginas, el lector descubre primicias. Por ejemplo, que a Javier Bardem se le resbaló una caja de cervezas en el hall del hotel antes de la ceremonia de los Oscar, en sus inicios en Hollywood. Montó un altercado de campeonato. O cuando se comentaba la rojez en un punto de la frente de Bill Clinton tras la rueda de prensa en que admitió haber tenido un affaire. “Sospechábamos que Hillary le había tirado un zapato o un libro a la cabeza”.