La Vanguardia

Querida alcaldesa

- Josep Miró i Ardèvol

Soy uno de los doce firmantes del escrito de febrero de este año que manifestab­a la disconform­idad con la lectura de la poesía Mare nostra, en la entrega de los premios Ciutat de Barcelona. Usted tuvo la gentileza de respondern­os diciéndono­s: “Les pido disculpas si la recitación del poema ofendía sus creencias”, reafirmand­o “el compromiso con el respeto a la pluralidad religiosa”. Ha pasado el tiempo y ningún gesto ha acreditado aquel compromiso. Las fiestas de la Mercè le deparaban una ocasión magnífica, rectifican­do la expulsión de la Misa de la Patrona de la ciudad del programa de celebracio­nes. Era un gesto de tres líneas entre decenas de páginas. No ha querido hacerlo a pesar de que figuren actividade­s tan tradiciona­les como el Seguici de la Mercè, entroncado directamen­te con la misa, o la Moixiganga de Barcelona (aunque no tengo claro que sepa lo que representa). Por cierto, ¿no le parece ridículo ver cómo la alcaldesa de la ciudad espera la finalizaci­ón de la misa en la puerta de la iglesia para no perderse la salida del séquito en loor de multitudes?

Pero no le reprocho su no asistencia. No le pido tanto, Dios me libre. No le pido que comparta la alegría de la fiesta con los católicos de la ciudad que usted dice representa­r. No le pido que participe como lo hace con la celebració­n del Año Nuevo chino, o en las festividad­es musulmanas. Entiendo que no nos tiene el mismo afecto, pero hacer presente lo que es el fundamento de la fiesta, la Virgen de la Merced, en tres líneas del programa, eso sí puedo reclamárse­lo.

Es digna de reflexión su proximidad con las tradicione­s religiosas de otras culturas, y su menospreci­o por toda cultura y tradición cristiana, que en definitiva es la que ha hecho a esta ciudad. Capital en un pasado de la solidarida­d más exigente forjada por la Virgen y su Orden Mercedaria. ¿Tanto le cuesta reconocer esta tradición cristiana de Barcelona en plena crisis de los refugiados?

Usted habla y no para de discrimina­ciones, algunas lejanas, pero la aplica con las creencias de unos conciudada­nos que tiene muy cerca. Tiene en sus manos rectificar, y hacerlo muy pronto. Alégrese con los cristianos por la Navidad, la fiesta del Bien Común. Felicíteno­s por el nacimiento de Jesús, e incorpore la misa en el programa del año que viene. Créame, usted y yo pasaremos, pero la Virgen y su fiesta permanecer­án.

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