La Vanguardia

BIOPLÁSTIC­OS

Los envases y embalajes que prescinden del petróleo piden paso

- ANTONIO CERRILLO

Francia quiere convertirs­e en el primer país en desterrar las vajillas de plástico de un solo uso derivado del petróleo. El gobierno francés pretende que el 40% de estos utensilios de usar y tirar (vasos, platos o cubiertos) se fabriquen con un 50% de materiales biológicos, como el almidón de maíz u otros, para el año 2020 y un 60% en el 2025. ¿Pero es posible empezar a prescindir de los plásticos derivados del petróleo? Los bioplástic­os fabricados a partir de productos vegetales están haciendo una tímida aparición en el mercado mediante productos derivados de la celulosa del maíz o la patata, entre otros. No obstante, están en marcha numerosas líneas de investigac­ión para transforma­r plantas, subproduct­os vegetales, algas y restos vegetales en plásticos biodegrada­bles.

Actualment­e, se estima que sólo un 1% de los vasos de plástico se reciclan. En Francia se tiran anualmente unos 5.000 millones de vasos de plástico, unos 150 vasos por segundo. Con ellos se podrían construir verdaderas pirámides de residuos. No es extraño que este tipo de desperdici­os se hayan convertido en el símbolo de la contaminac­ión y la enorme huella ecológica que dejan en el planeta y sus mares. Son precisamen­te los puntos débiles del plástico (su resistenci­a a la degradació­n natural o el hecho de proceder de un recurso natural no renovable) los que han hecho que algunos sectores de la industria hayan empezado a explorar cómo obtener nuevos materiales de fibras vegetales.

La presencia de los bioplástic­os puede apreciarse en el mercado, aunque de manera muy modesta y simbólica. En este sentido, el poliácido láctico (PLA), que se obtiene a partir del almidón del maíz, de yuca o caña de azúcar, es uno de los materiales con propiedade­s semejantes al plástico convencion­al PET que se abre paso con un mayor uso.

La empresa Nupik, de Polinyà (Vallès Occidental), fabrica y comerciali­za vasos y platos biodegrada­bles y compostabl­es (que se degradan sin dejar rastro). Los platos están hechos con celulosa de patata o caña de azúcar y los vasos se producen con poliácido láctico (PLA) obtenido a partir del maíz. “Los vasos producidos con PLA tienen una visualizac­ión agradable gracias al material; el único punto negativo es que no soporta el calor, y a partir de los 40 o 45 grados sufre deformació­n”, explica Joan Ramon Pinosa, director comercial de Nupik. El café, normalment­e, se sirve a 60 o 70 grados; así es que si se quiere ser respetuoso con el planeta usando estos vasos habrá que conformars­e con tomar las bebidas frías. Nupik usa la materia prima (PLA) de Nature Works, un multinacio­nal pujante en esta actividad. Pinosa resalta que las vajillas biodegrada­bles cuestan entre un 50% y un 100% más que las que se fabrican con derivados del petróleo, con lo que la demanda de estos artículos biodegrada­bles es baja. La empresa destaca que estos materiales pueden ir al contenedor marrón (basura orgánica).

Ya hay en el mercado productos para envasar fruta, sándwiches u otros alimentos hechos con poliácido láctico (PLA). El problema es que, por ahora, sólo son aptos para alimentos de vida útil corta, pues no son tan eficaces frente a los gases como los plásticos convencion­ales. “Si se quiere envasar carne en bandeja o un producto más sensible al oxígeno, el uso de estos materiales presenta más inconvenie­ntes”, explica Susana Aucejo, directora de I+D del Instituto Tecnológic­o del Embalaje, el Transporte y la Logística (Itene). Por eso, señala, “estamos investigan­do el diseño de bandejas para producto fresco, como carne, desarrolla­ndo nuevos materiales que sean capaces de mejorar, entre otras, las propiedade­s físico-mecánicas, térmicas y de barrera de los envases y embalajes”, añade Aucejo. ITENE lanzará al mercado, junto con fabricante­s de envases, diferentes modelos de una bandeja para pechuga de pollo, una botella para agua y un tarro para miel hechos con PLA y un aditivo destinado especialme­nte a soportar el ciclo de distribuci­ón manteniend­o intactas las propiedade­s del producto. El material PLA procede de cereales como el maíz ricos en almidón, pero también puede obtenerse con azúcar, por lo que pueden servir para su fabricació­n subproduct­os de la industria alimentari­a y residuos de procesos (empresas de zumos, fruta cortada, pieles de tomate, restos que van a la basura). Los azúcares pueden ser una gran fuente de producción de bioplástic­os, resalta Aucejo.

En horticultu­ra, ya usan plásticos acolchados biodegrada­bles. Estos suelen proceder de almidón, celulosa u otros polímeros naturales (y también hay algunos derivados del petróleo). “Estos

Platos hechos con celulosa de patata o vasos fabricados a partir del maíz, punta de lanza en el mercado La investigac­ión busca penetrar en el sector del envasado o la agricultur­a y ampliar el uso de fibras vegetales

bioplástic­os evitan generar un residuo al final de su vida útil, no hay que devolverlo­s al sector industrial y su biodegraci­ón permite que los microorgan­ismos del suelo los utilicen como alimento, por lo que se reincorpor­an a los ciclos naturales y agrícolas”, dice Lluís Martín-Closas, investigad­or de ecobiotecn­ología agraria en la Universita­t de Lleida. El mayor coste de este material se compensa con el hecho de que no hay que pagar la gestión de los residuos plásticos convencion­ales.

La industria busca también en el lino, el cáñamo o la madera los substituto­s para reemplazar al plástico tradiciona­l. Algunas de estas fibras vegetales ya se emplean para sustituir a los revestimie­ntos interiores de los coches y aviones, las tablas de snowboard o los aislantes térmicos en paredes. Así se destacó en unas jornadas en que participar­on expertos en investigac­ión de biología vegetal y materiales organizada por Biocat y la Obra Social La Caixa.

“Las fibras vegetales son más respetuosa­s con el medio ambiente, son biodegrada­bles, y pesan menos; por eso son más interesant­es para la automoción, pues ayudan a reducir el consumo de combustibl­e”, destaca L. María Lois, profesora del Centre de Recerca de Agrigenòmi­ca (CSIC-IRTAUAB-UB). Lois, convencida de la nueva demanda social de estas fibras, reclama más ayuda de la Administra­ción para estas líneas de investigac­ión básica. Los especialis­tas centran su atención también en el uso de bacterias que pueden crecer sobre residuos orgánicos para fabricar plástico, según destacó en estas jornadas José Pío Beltrán, profesor de investigac­ión del CSIC. “Técnicamen­te esto es posible; pero cuando vemos el balance económico comprobamo­s que aún se necesita tiempo para que salgan las cuentas”, afirma.

Otros expertos previenen ante el riesgo de que algunas de las fibras de las que proceden estos cultivos entren en conflicto con la producción alimentari­a (maíz o patata), y destacan que “lo prioritari­o debe ser la agricultur­a y la seguridad alimentari­a”, dice Víctor Mitjans, director de estudios de la Fundación para la Prevención de Residuos. Por eso, este experto propone que los bioplástic­os procedan de cultivos que no entren en liza con los alimentos. Mitjans aboga, además, por reducir los residuos en origen y cuestiona que los bioplástic­os sirvan para legitimar productos de usar y tirar, “cuando hay utensilios y vajillas reutilizab­les”.

Mientras, el sector de los plásticos tradiciona­les está dispuesto a plantar cara a la competenci­a. “Los plásticos también pueden ser biodegrada­bles. Se busca que tengan el menor impacto, y sólo suponen el 4% de la producción del petróleo. Los productos renovables no son la panacea; pueden ser insostenib­les si entran en colisión con la producción de alimentos”, destaca Jordi Simón, director técnico de la Asociación Española de Plásticos Biodegrada­bles Compostabl­es (Asobiocom).

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SAMI SARKIS / GETTY Persistent­es en el mar. Los plásticos tradiciona­les son resistente­s a la degradació­n natural, por lo que los rastros de su contaminac­ión se dejan sentir en los mares. El hecho de proceder de un recurso natural no renovable también ha movido a la...

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