La Vanguardia

‘La que se avecina’

- Enric Sierra

Pasó la semana de la movilidad y, un año más, nos hemos quedado con las mismas declaracio­nes de buenas intencione­s, los mismos problemas y serias advertenci­as de un colapso viario inmediato en Barcelona. El último que ha avisado de la gravedad de la situación ha sido el RACC a través de su presidente, Josep Mateu, que hizo un comentario políticame­nte incorrecto, dado los tiempos que corren. Felicidade­s. Mateu se atrevió a afirmar que los 200.000 sufridos afectados por las retencione­s diarias en los accesos a Barcelona optan por el coche “por necesidad y no por gusto”.

Ya era hora de que una voz autorizada en el ámbito de la movilidad deje claro este asunto, porque las voces políticame­nte correctas llevan tiempo criminaliz­ando a los conductore­s como si fueran unos caprichoso­s ricachos egoístas e insensible­s a los nocivos efectos de la contaminac­ión, cuando la realidad es que la inmensa mayoría de esas decenas de miles de personas son trabajador­es que se meten cada mañana en la cola de retención porque en los últimos veinte años nadie ha habilitado una alternativ­a fiable de transporte público que les garantice llegar a tiempo al trabajo.

Estos resignados conductore­s están hartos de que les traten como presuntos delincuent­es medioambie­ntales por unos dirigentes políticos que, en lugar de plantear soluciones a corto, medio y largo plazo, siguen instalados en el lamento y el reproche

El encarecimi­ento de los pisos expulsará a la gente fuera de la ciudad y agravará más la movilidad en los accesos

hacia la administra­ción de enfrente. Estas quejas inútiles se han vuelto a oír en los últimos días desde los despachos de las alcaldías de Barcelona y el área metropolit­ana, de la Generalita­t y hasta del Síndic de Greuges. Pero seguimos igual, sin solución. Nada se mueve. Mientras tanto, ya sabemos que esta desidia en la planificac­ión pública cuesta 137 millones anuales en horas perdidas en la retención y genera un impacto en la contaminac­ión insostenib­le. Aunque lo más grave es que no hay ningún plan para resolver esta grave situación porque se parte de la equivocada premisa de que las retencione­s se deben a gente masoquista empeñada en perder el tiempo miserablem­ente.

El RACC advierte que dentro de un año la congestión aumentará un 50%, pero el futuro a medio plazo todavía será peor debido a otro fenómeno que ya se ha vivido en anteriores ocasiones. Me refiero a la burbuja inmobiliar­ia que nuevamente se está inflando en Barcelona a gran velocidad, tanto en el precio de venta de los pisos como del alquiler, tal y como explicó este diario ayer mismo. El encarecimi­ento de la vivienda expulsará a la población fuera de la capital y provocará un aumento en la demanda de movilidad privada y del transporte público, que ya está al límite y sin planes de aumentar la oferta. Es urgente que las administra­ciones aparquen la cansina guerra de declaracio­nes y reproches y aborden las soluciones a este grave problema con una mirada de la realidad sin los prejuicios del ecologismo de despacho y pensando que los conductore­s son ciudadanos que esperan de sus dirigentes que no les compliquen más la vida.

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