‘La que se avecina’
Pasó la semana de la movilidad y, un año más, nos hemos quedado con las mismas declaraciones de buenas intenciones, los mismos problemas y serias advertencias de un colapso viario inmediato en Barcelona. El último que ha avisado de la gravedad de la situación ha sido el RACC a través de su presidente, Josep Mateu, que hizo un comentario políticamente incorrecto, dado los tiempos que corren. Felicidades. Mateu se atrevió a afirmar que los 200.000 sufridos afectados por las retenciones diarias en los accesos a Barcelona optan por el coche “por necesidad y no por gusto”.
Ya era hora de que una voz autorizada en el ámbito de la movilidad deje claro este asunto, porque las voces políticamente correctas llevan tiempo criminalizando a los conductores como si fueran unos caprichosos ricachos egoístas e insensibles a los nocivos efectos de la contaminación, cuando la realidad es que la inmensa mayoría de esas decenas de miles de personas son trabajadores que se meten cada mañana en la cola de retención porque en los últimos veinte años nadie ha habilitado una alternativa fiable de transporte público que les garantice llegar a tiempo al trabajo.
Estos resignados conductores están hartos de que les traten como presuntos delincuentes medioambientales por unos dirigentes políticos que, en lugar de plantear soluciones a corto, medio y largo plazo, siguen instalados en el lamento y el reproche
El encarecimiento de los pisos expulsará a la gente fuera de la ciudad y agravará más la movilidad en los accesos
hacia la administración de enfrente. Estas quejas inútiles se han vuelto a oír en los últimos días desde los despachos de las alcaldías de Barcelona y el área metropolitana, de la Generalitat y hasta del Síndic de Greuges. Pero seguimos igual, sin solución. Nada se mueve. Mientras tanto, ya sabemos que esta desidia en la planificación pública cuesta 137 millones anuales en horas perdidas en la retención y genera un impacto en la contaminación insostenible. Aunque lo más grave es que no hay ningún plan para resolver esta grave situación porque se parte de la equivocada premisa de que las retenciones se deben a gente masoquista empeñada en perder el tiempo miserablemente.
El RACC advierte que dentro de un año la congestión aumentará un 50%, pero el futuro a medio plazo todavía será peor debido a otro fenómeno que ya se ha vivido en anteriores ocasiones. Me refiero a la burbuja inmobiliaria que nuevamente se está inflando en Barcelona a gran velocidad, tanto en el precio de venta de los pisos como del alquiler, tal y como explicó este diario ayer mismo. El encarecimiento de la vivienda expulsará a la población fuera de la capital y provocará un aumento en la demanda de movilidad privada y del transporte público, que ya está al límite y sin planes de aumentar la oferta. Es urgente que las administraciones aparquen la cansina guerra de declaraciones y reproches y aborden las soluciones a este grave problema con una mirada de la realidad sin los prejuicios del ecologismo de despacho y pensando que los conductores son ciudadanos que esperan de sus dirigentes que no les compliquen más la vida.