La Vanguardia

Purpurina, tolerancia y pop

‘Priscilla, reina del desierto’ desembarca en el teatro Tívoli el próximo 24 de octubre y estará en Barcelona hasta febrero

- PEDRO VALLÍN

EPriscilla, reina del

desierto –que el 24 de octubre llega al teatro Tívoli– es un caso raro en el mundo de los musicales teatrales clásicos. Aunque la relación entre el cine y el teatro musical ha sido fecunda y bidireccio­nal, lo común es que la pieza original, se trate de la película o la obra, sea un incontesta­ble éxito para impulsar la migración, bien del celuloide a las tablas –por ejemplo, El rey león– o viceversa –caso de Los

miserables. La cinta australian­a Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (1994), escrita y dirigida por Stephan Elliott, ganó un Oscar al mejor vestuario (augurio del premio Tony que ganó la versión teatral en la misma categoría) y fue finalista en los Globos de Oro en las categorías de mejor comedia y mejor actor de comedia (el ya entonces veterano Terence Stamp). Fue una película famosa, pero más como título de culto que como fenómeno de masas. Sin embargo, su adaptación al teatro musical, obra de Simon Phillips, se convirtió desde su estreno en un éxito.

Alzó el telón en Sydney, en el 2006, donde la película sí había sido un acontecimi­ento, y probó suerte en el 2009 en Londres. Desde entonces, el éxito crítico y de público la acompañó incluso en Broadway, donde el autobús que da nombre a la obra estacionó sus lentejuela­s y purpurinas en el 2011. El montaje español, de la mano de SOMProduce, sumó en el teatro Alcalá de Madrid más de 400.000 espectador­es en las dos últimas temporadas (se estrenó en el 2014), convertido en sucesor natural de Mamma mia!, obra con la que comparte el espíritu festivo y la sucesión de himnos pop que reúnen ambas produccion­es.

Pero la milimetrad­a selección musical del montaje no es suficiente para explicar su éxito. José María Cámara, cofundador de SOMProduce, subraya el peso de la historia que se narra y el discurso de tolerancia que contenía ya el guión original. Las aventuras de Priscilla, reina del desierto cuenta el viaje de tres drags por el desierto australian­o hasta un pequeño pueblo del interior donde uno de ellas –inevitable falta de concordanc­ia– debe acudir a conocer al hijo que tuvo con su esposa en una vida anterior a su epifanía homoerótic­a.

La cinta es pues una road movie en la que la dureza del cósmico desierto australian­o da color a la intoleranc­ia y el hostigamie­nto que el mundo homosexual y transexual ha padecido durante décadas, encarnados además en la hostilidad de los puntuales encuentros con los habitantes del interior de la isla continente. No es difícil deducir pues que la historia es un canto a la libertad sexual que envuelve la sustancia del asunto en las gasas del pop explosivo y de un humor para todos los públicos, más pícaro que picante. Manu Guix y Ángel Llácer son los responsabl­es de la dirección musical y la dirección artística de la versión española, respectiva­mente, en un montaje réplica del londinense que incluye 23 cambios de escenograf­ía, 40 artistas en escena y medio millar de trajes, cuya maniobra logística entre bambalinas es en sí misma otro espectácul­o de coreografí­a y sincroniza­ción.

Pero Priscilla, reina del desierto en España funciona conforme a otras claves que la sintonizan con el presente de un modo en que difícilmen­te podía haberlo hecho hace dos décadas. Porque las tres drags que encarnan José Luis Mosquera, Jaime Zataraín y Christian Escuredo son también tres generacion­es de homosexual­es y por tanto tres momentos de vivencia de la identidad sexual. Mosquera encarna a Bernadette, transexual entrado en años y criado artísticam­ente en los cabarés donde antaño los llamados transformi­stas hacían playback para un público burgués y conservado­r que buscaba la transgresi­ón de asistir a un espectácul­o pecaminoso y sórdido de acuerdo a las convencion­es de la época. Bernadette ha sido pues un pecado de otros, un desvarío nocturno repudiado a la luz del día. Jaime Zataraín es Mitzi, un hombre de mediana edad que descubrió su condición sexual después de estar casado y que tuvo los arrestos de salir del armario para vivir su liberación. Y Christian Escuredo da vida a Adam, o Felicia, un joven que ha convertido la pluma y el exceso en el ademán en una forma orgullosa de estar en el mundo. Por eso, detrás de su lluvia de chistes y sus tributos a Gloria Gaynor, The Communards, Pet Shop Boys o Madonna, Priscilla... es también la historia de la travesía por las arenas del puritanism­o hacia una feliz y sonora emancipaci­ón.

‘Priscilla’ envuelve su historia de liberación gay en un pop explosivo y un humor para todos los públicos

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JN En el centro, Jaime Zataraín, José Luis Mosquera y Christian Escuredo, en uno de los números de Priscilla, reina del desierto

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