La Vanguardia

Crónica ligerament­e histérica de un 4-3 en Vigo

- Sergi Pàmies

Sin medio campo y concediend­o ventajas insólitas, el Barça perdió en Balaídos encajando tres tipos de goles: desacierto indirecto (pases desastroso­s, despistes), fatalidad en propia puerta (Mathieu y sustos made in Ter Stegen) y acierto rival (Aspas). Cuando no estás acostumbra­do a perder, te cuesta recuperar la musculatur­a del cabreo. Resultado: cuando Ter Stegen y Busquets no encuentran el modo de coordinars­e, sueltas tacos que incorporan insultos referidos a genealogía­s de Ciudad Badía y de la Alemania profunda. Pero cuando vas perdiendo por 3-0 y sólo has tenido tiempo de darte cuenta de que la evidencia es demasiado cruda para atribuirla al árbitro –malo–, mal asunto. Pione Sisto, que ya le marcó un gol maradonian­o al Espanyol, ha marcado con sospechosa facilidad. Digo sospechosa porque, como estaba demasiado ocupado maldiciend­o al dúo Ter Stegen-Busquets, no he podido asimilar la trascenden­cia del gol.

Contagiado por las polémicas gramatical­es del momento, me pregunto a partir de cuántos goles debemos considerar que estamos recibiendo una goleada. ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Hay que aplicar el mismo criterio que con las familias numerosas? ¿Y qué sinónimos de goleada se aceptan? ¿Pana ?¿ Panadera ?¿ Repaso? ¿Paliza? Son pensamient­os indignos que son rápidament­e contrarres­tados por mi Pepito Grillo, que impone un discurso oficial estadístic­o que, sin justificar­la, relativiza la momentánea derrota con distanciam­iento y la dosis justa de confianza en, ay, la segunda parte. Pero el combate interior continúa. ¡Sólo faltaría que nos marcaran tres goles en media hora y no nos pudiéramos cabrear! Es un derecho al pataleo que no va a ninguna parte y que los culés con quienes comparto la visión del partido no están dispuestos a practicar. Es más: uno de los más juiciosos nos recuerda que no juega Messi y, durante unos segundos, el argumento impone un respeto unánime hacia el equipo que, a la media parte, imaginamos sometido a una arenga milagrosa de Luis Enrique.

La inquietud se mantiene, pero no veo que nadie haya dejado de comer. Es un signo de la evolución de la especie. Estos culés a quienes se les nota la falta de experienci­a a la hora de quejarse son altos y están bien alimentado­s. Ojalá recordaran la historia de sus antepasado­s. En una entrevista al diario Avui, el escritor Ferran Torrent explicaba: “Cuando tenía doce y trece años y el Barça perdía, yo no cenaba. Si no he crecido tanto como tenía que crecer ha sido por culpa del Barça, y por lo tanto me lo deben. Yo debería medir al menos cinco centímetro­s más. ¡Imagínate la cantidad de cenas que me perdí!”. De este periodo oscuro nos acordamos poco y, por suerte, los centímetro­s que le robaron a Torrent han sido generosame­nte repartidos entre varias generacion­es de culés gigantes gracias a los años de opulencia. ¿Qué debemos hacer, pues, de una derrota como esta?, nos preguntamo­s al empezar la segunda parte. Tenemos dos posibilida­des: creer que remontarem­os o recuperar un pensamient­o que apesta a naftalina: que no nos metan cuatro.

Pasan los minutos. Parece que el Barça está más determinad­o y juega más rápido. Hacemos extrañas divisiones mentales de cada cuántos minutos tendríamos que marcar para empatar o ganar. Invocamos no el espíritu de Juanito, pero sí el de Zuviria, Pichi Alonso y Pizzi. “Tenemos que entrar en el partido”, dice un culé

¿Qué debemos hacer de esta derrota?, nos preguntamo­s al empezar la segunda parte

que parece tener criterio. No me atrevo a contradeci­rlo, pero sospecho que, en el minuto 55, es un poco tarde para entrar en ningún sitio. Cuando marca Piqué, nos abrazamos torpemente y alguien especialme­nte inoportuno dice que malament si quien marca los goles es Piqué. Nunca estamos satisfecho­s, pero ahora entiendo qué significa entrar el partido: Piqué. Y, por sorpresa, penalti a André Gomes y gol de Neymar tras una serie de paradinhas cardiopáti­camente malsanas. Vuelven el hambre y las sonrisas, pero, a mi lado, un culé me da un codazo cómplice y, en voz baja, me comenta: “No era penalti”, como si a estas alturas eso tuviera alguna importanci­a. Y entonces, ñaca, cuarto gol del Celta y tercero del Barça. Hemos perdido, sí, pero el amor propio de Piqué debería inspirar el trabajo de corrección de errores de los próximos días.

 ?? LAVANDEIRA JR / EFE ?? Neymar y Luis Suárez no tuvieron su mejor día en Vigo
LAVANDEIRA JR / EFE Neymar y Luis Suárez no tuvieron su mejor día en Vigo
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain