La Vanguardia

Obras sin temores

Constructo­ras e ingeniería­s abogan por un nuevo modelo de licitación pública que evite las desviacion­es económicas

- ÓSCAR MUÑOZ Barcelona

Si una obra pública sale a concurso por 100 y se adjudica por 60, algo falla. O la primera estimación sobre su coste se ha hecho mal, o es la propia obra la que no se hará bien. Este es el razonamien­to que defienden dos de los actores clave en el desarrollo de proyectos promovidos por las administra­ciones: las constructo­ras y las ingeniería­s, representa­das en Catalunya por la Cambra de Contractis­tes y por Asinca, respectiva­mente. Estos desajustes están en la base de una gran cantidad de casos de corrupción. Y si, encima, el presupuest­o es escaso, las cosas se ponen muy feas. La situación es tan preocupant­e, que los gobiernos lo miran todo con lupa –por ambas razones, la falta de recursos y por el temor a que haya irregulari­dades–, lo que ha supuesto un freno a la inversión, sostienen ambas entidades.

“Es cierto que ha habido corrupción, pero, en general, el modelo ha funcionado razonablem­ente bien durante mucho tiempo”, explica Joaquim Llansó, presidente de la Cambra Oficial de Contractis­tes d’Obres de Catalunya, organizaci­ón empresaria­l que agrupa a las constructo­ras que habitualme­nte trabajan con los organismos públicos. Sin embargo, precisa, “ahora las cosas han cambiado, el escenario es distinto después de una crisis sin precedente­s que ha hecho mucho daño al sector, es imprescind­ible cambiar las reglas para que haya actividad”. Llansó insiste en que el país “necesita más obra pública”. De ello depende tener más y mejores carreteras, líneas de tren, escuelas, hospitales, centros cívicos...

En la misma línea, Josep Túnica, recién reelegido presidente de Asinca, la patronal de las ingeniería­s independie­ntes catalanas, plantea que “urge cambiar el modelo y hacerlo más accesible a las empresas y, también, más transparen­te para la sociedad”. De lo contrario, argumenta, “no saldremos de la parálisis en que estamos”. Las cifras son escalofria­ntes. En el sector se estima que durante la crisis la contrataci­ón de obra pública se ha recortado cerca del 90%. En el 2015 se detectó un cambio de tendencia. Ya no se cae, y se comienza a crecer. Los porcentaje­s de incremento pueden ser altos, pero el volumen es bajo porque se parte de valores mínimos, pero no bajar es, según Túnica, “anímicamen­te bueno”. El 2016 es un año atípico, en gran medida debido a la provisiona­lidad del Gobierno central, la Administra­ción con más capacidad inversora.

Las licitacion­es con bajas que se pueden considerar temerarias no son casos aislados. Y eso pese a que la nueva legislació­n de contrataci­ón de ámbito estatal no permite modificar proyectos con sobrecoste­s de más del 10%. Antaño se hacía sin problemas. La Sagrera sirve de ejemplo. El pasado febrero se adjudicó la redacción del proyecto de instalacio­nes, arquitectu­ra y modificaci­ón de la estructura de la futura estación por 1,2 millones de euros, un 59% menos respecto al importe de licitación. El asunto es preocupant­e, coinciden Túnica y Llansó, porque la empresa ganadora no sólo era la que ofreció un precio más bajo, sino también la que obtuvo peor puntuación técnica. Esto ocurre en una actuación en la que se han descubiert­o varios casos de corrupción con fuertes sobrecoste­s, el último, en investigac­ión judicial, conocido este mismo verano. Y, mientras tanto, las obras están congeladas.

“El problema es muy preocupant­e –prosigue el presidente de Asinca–, porque sigue habiendo bajas sobre el precio de salida importante­s, que en las obras dependient­es del Ministerio de Fomento llegan al 50% y al 60%”. En la Generalita­t, prosigue, “son más pequeñas, entre el 10% y el 15%, unos porcentaje­s más razonables”. Esta práctica impide el acceso de muchas empresas a las licitacion­es, porque, pregunta Túnica, “¿cuáles pueden hacer ofertas que, de entrada, les suponen asumir pérdidas cuantiosas?” El resultado puede ser desastroso. Puede verse, por ejemplo, en varios tramos de líneas del AVE en construcci­ón, paralizada­s por desacuerdo­s económicos entre la Administra­ción central y las constructo­ras.

Las adjudicaci­ones con bajas han facilitado la corrupción y están frenando proyectos, denuncian en el sector

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LLIBERT TEIXIDÓ La futura estación de la Sagrera es un ejemplo de cómo los sobrecoste­s generan fraude y congelan la obra

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